domingo, 5 de febrero de 2012

De tapas por Bangkok

Los hechos relatados a continuación tuvieron lugar entre el 9 y el 14 de enero. Las malas conexiones en Myanmar nos han imposibilitado contarlo antes. En breve os contaremos nuestra historia Birmana... hasta entonces, disfrutad con nosotros en Bangkok...

Y por fin, tras varias aproximaciones, sobre todo por parte de Javi (la cuarta para ser exactos), llegamos a Bangkok para quedarnos. Tal vez si llegas directamente desde casa, o si eres un ser asocial por completo, resulte difícil moverse por las calles de Bangkok. Pero después de tres meses de viaje no podíamos imaginar la de gente conocida con la que íbamos a coincidir en el epicentro del sórdido turismo de la capital Tailandesa. Desde que cenando se nos acerca una pareja diciendo: “cenamos con vosotros en Noche Vieja…” (lo que era cierto por supuesto), hasta ver al amigo Belga con el que coincidimos en nuestro primer retiro a Gokarna (India). Todo el mundo va a Khao San Rd. o, al menos, hace un alto para comprar unas chanclas, una camiseta o muchas cervezas. Siempre hay alguien de paso, sin importar que el tránsito sea unas horas o unas semanas, para buscar fiesta o para tramitar un visado (como nuestro caso el de Myanmar). Siempre hay alguien conocido, lo que parece surrealista en una ciudad tan grande. Pero es el centro neurálgico desde el cual todos parten hacia otro país o vuelven a casa.

El ambiente, a pesar de lo dicho, es bastante lamentable. Muchos turistas borrachos, suciedad y miles de productos absurdos a la venta. Gente a la que masajean los pies mientras beben una cerveza y turistas con tailandesas más jóvenes y guapas de lo que objetivamente crees que se merecen. Sabíamos a donde veníamos. Pero también hay más cosas en Bangkok. Tal vez la mayor sorpresa que recibimos fue que, camino a nuestra Guest House, tras haber llegado a las cinco de la madrugada y con todas las ganas de dormir, entre los personajes de la calle aparece Marta, Coco aguarda en la mesa donde iban a cenar (los atentos lectores ya sabrán que son la pareja que conocimos en Koh Tao y que van por ahí paseando por toda Asia en bici). La suerte nos acompaña pues no podíamos haber encontrado mejor compañía para nuestros primeros días en la capital Tailandesa.


Bangkok da mucho de si. Los cinco días pateando sus calles te dejan la sensación de que has visto muchas cosas, pero que a penas has raspado la superficie. Has visto muchos templos, pero no conoces casi nada de lo que ves. Hemos recorrido calles fuera de las más turísticas pero no tenemos ni idea de como viven los thais. Nos asombramos con los enormes edificios y los gigantescos centros comerciales, aunque no caímos en sus redes... Bangkok es sorprendente. La coexistencia de templos entre rascacielos, de monjes entre jóvenes que no despegan los ojos de sus teléfonos móviles de última generación. Tuk tuks y autobuses cochambrosos bajo las vías del skytrain. Pero por encima de todo hay algo que nos cautivó y centró nuestra atención casi tanto como Coco, Marta y el resto de gente conocida. Más que nada de esta ciudad nos gusta la comida. Comida por todas partes, para todos los gustos y olfatos. Ordas de carritos y puestecitos donde Esther devoraba pollo frito. Sakes, zumos y granizados para tragar rollitos de primavera, arroz, nudless y todo cuanto apetezca por 10 o 20 baths. No os imagináis el placer que supone ir de puesto en puesto comiendo cosas que nunca has probado. Ahora sabemos lo que sienten los guiris cuando llegan por primera vez a Granada.

Y comiendo pasaron los días. Marta y Coco por fin pudieron continuar pedaleando, en dirección opuesta a la que nos dirigimos. Fabrizio, al que dejamos bajo la lluvia de Chumpón, compartió con nosotros unos cachitos de escorpión frito con salsa de soja y también partió. Y como a todos nos llegó la hora de coger un transporte. A nosotros nos tocaba el avión, esta vez a lo totalmente opuesto a Tailandia. Ahora es el turno de Myanmar, de buscar lo que no ha visto todo el mundo, de conocer a un pueblo que aún no ha sido invadido por occidente ni sus hordas de marcas y de turistas. Vamos a lo que tal vez es lo más intacto del sudeste asiático salvo, quizá, las remotas islas de Indonesia y Filipinas, a las que les llegará su hora, más pronto que tarde. Pocas expectativas, muchas ilusiones y mucha Birmania (o la parte que nos dejen) por conocer. Nos vemos en Yangón.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                              

3 comentarios:

  1. Hola, Javi y Esther!
    ¿Cómo me dais tanta envidia? Me alegra ver que en Tailandia hay algo más que ver que nosequé de unas pelotas de pingpong y unas muchachas simpáticas... Esther: si aprendes la técnica, ya nos lo demostrarás.
    Un beso fuerte a los dos.
    EDGAR

    ResponderEliminar
  2. si aprendo la técnica lo publicaré en la sección "esto no es serio" con vídeo incluido... si la aprende Javi ya veremos que hacemos para no herir la sensibilidad de nuestros lectores más modosos...

    ResponderEliminar
  3. Hola chicos....somos xavi y encar, ¡que gran viaje!! y que pequeños se nos ve ahora que uno conoce más mundo, ¿verdad?.

    Disfrutad mucho!!

    xavi, encar y ariadna.

    Por cierto, ariadna y yo (xavi) ya estamos decididos a saltar durante un tiempo, ahora falta convencer a encar.
    También es cierto que ariadna, con 14 meses, tampoco discute mucho las cosas.

    salut!

    ResponderEliminar