domingo, 27 de mayo de 2012

Seramat datang!


Seramat datang es lo primero que puedes leer cuando lleguas a Malaysia y, una policía con uniforme y un pañuelo cubriéndole la cabeza te estampa el sello que te permite estar tres meses aquí. Llegamos al aeropuerto de Kota Kinabalu, la capital de Sabah, la provincia occidental del Borneo malayo. Por primera vez en el viaje, con una visión distinta cada uno. No por las expectativas, ni por las apetencias o los problemas gastrointestinales, si no porque Esther ya ha visitado estas tierras y no todo es nuevo. Es una ventaja conocer por donde están los hoteles, si hay o no autobús desde el aeropuerto y todas esas cosas cuando llegas a un nuevo país.

Tras andar un buen ratito hasta llegar al autobús, pues mala suerte para nosotros porque es muy tarde y el que entra al aeropuerto ya no va a venir, llegamos a la zona de hoteles. Lo primero que notas al llegar a Malaysia es la sensación de haber salido de un país menos desarrollado y haber llegado de nuevo al primer mundo. Los coches, las calles, las carreteras, las vestimentas, todo es como en un país europeo… bueno, las vestimentas no, pues llama muchísimo la atención el velo que cubre la cabeza de las mujeres. El caso es que esta prenda, tan polemizada en Europa, aquí no tiene mayor importancia que ir a juego con el bolso y los zapatos, siendo evidente que es una cuestión de elección personal. Hay mujeres con el pañuelo, otras sin él, otras con el pañuelo y unos pantalones elásticos, zapatos de tacón y maquilladas… en fin, que si alguien cree que este pañuelo es una pieza de la maldad machista y la mezquindad musulmana o cosas así, que se de una vuelta por Malaysia para cambiar el chip.

En fin, que lo de siempre, busca hotel y a cenar que andamos con un hambre espantosa, menos mal que aquí ya no cierran a las siete como en Filipinas. Cenamos sopa con cachos de cerdo. Y eso que creíamos que al llegar a un país musulmán se acabaría el porcino… otro tópico a la basura. Otra evidencia es el mezclote de gentes, creencias y demás, porque hemos visto tantos templos chinos, iglesias y referencias al budismo como mezquitas. También abunda una mezcla de cocina filipina, india, tailandesa… aquí caben todos parece ser. El único problema es identificar a los/as malayos/as, sus costumbres, su cocina, etc.

Y en Kota Kinabalu permanecemos durante una semana. Dos noches en una Guest House acogedora para trasladarnos a la que habitó Esther en su primera visita. ¿Es muy bonita esta ciudad? Pensaréis. Pues no, es tranquila, no es muy grande, pero no tiene nada de especial. Pero tras tanto tiempo viajando, llegar a un sitio con internet y Consulado de Indonesia nos facilita nuestra única tarea: planificar el resto del viaje. Así que los días pasaron comiendo, buscando vuelos, haciendo visitas al consulado, fotocopias y demás. Tras esta parada técnica empieza de nuevo el movimiento y con muchas más ganas tras estar encerrados durante tantos días de poca actividad.

El destino, la otra provincia malaya en la isla de Borneo, Sarawak, concretamente un lugar del que Esther llevaba tiempo hablando, las Niah Caves. Vuelo interno con poco equipaje, autobús urbano, otro bus y otro más hasta el cruce desde donde andaremos hasta el Niah National Park. Tres kilómetros a pata y llegamos. Pues no, maldita Lonely Planet, menos mal que la llevamos en pdf y no nos hemos gastado el dinero en ella, pues son quince los kilómetros que nos separan del parque. Estos pequeños inconvenientes eran un problema hace unos meses. Ahora te ríes y empiezas a caminar, pero por el lado contrario de la carretera, sacando el dedico hasta que un todoterreno para y te subes, te lleva al pueblo, se han pasado de nuestra parada, vuelves andando con el dedico mirando para arriba hasta que una señorita con pañuelo y coche con aire acondicionado te para y te lleva hasta el parque. No, no es la primera vez que hacemos autostop, si la primera en Malaysia, cuesta un poco más que en Filipinas pero funciona más que bien, nos gustaría poder comparar con cualquier país europeo, sobre todo saber cuantos ingleses recogerían a un par de asiáticos en mitad de la nada.


Cruzando la eterna oscuridad de Moria

Para los no seguidores del poco masculino Frodo y sus colegas, Moria es una mina, una cueva gigante, como las Niah Caves, solo que en las nuestras no hay seres malignos que nos disparen flechas o nos arrastren al abismo. Solo murciélagos, con el consecuente guano, y los vencejos, con sus nidos que aquí sirven para hacer sopa. Al guano lo llaman oro negro, pero lo que realmente tiene valor, económico, son los nidos de los vencejos. Esto deriva en que algunos locales trepen entre los agujeros, las paredes y unas más que precarias estructuras de bambú o madera (bueno, cuando decimos estructuras nos referimos a un palo, un único palo que lleva a esta gente a estar colgado, solo con sus extremidades, a más de 60 metros de altura), para conseguir los nidos. Nuestra aventura en el gran agujero empieza antes, caminando por una pasarela en mitad de la selva. Pero una de esas selvas de verdad, de las de las pelis, con lianas, monos, bichos, fango, árboles con raíces gigantes, mosquitos que no falten, etc. Esther había hablado de las dimensiones, pero Javi no se podía imaginar el tamaño de la cueva hasta que llegó a su entrada. Pasamos de describirlo o compararlo, no tiene sentido, basta con decir que es enorme… Enorme y antigua, pues este sitio es de esos que tiene la cualidad de llevarte a otra época. Aquí tienes la sensación de haberte pasado tres pueblos con el viaje en el tiempo y haber llegado a esa época en la que la gente hacia fuego con dos piedras, cazaba bichos gigantes y se comunicaba con gorjeos y gruñidos y, de eso se trata, pues los restos arqueológicos encontrados son de esos que llevan tantos dígitos antes del A.C. que no los puedes memorizar.

Javi se asombra de que, a pesar de que Esther no se acordaba como llegó a las cuevas la otra vez, recuerda a la perfección cada agujero en los que se metió en su anterior visita. Mejor que un guía vamos. Y así pasan las horas, entrando por agujeros ya explorados por Esther y otros nuevos, pringándonos de guano y disfrutando como niños en el parque o cerditos en su pocilga, pero bajo las paredes y los techos de roca de este enorme lugar, esquivando murciélagos y parando en la oscuridad o asombrándonos con los efectos de la luz que entra por las aperturas de la cueva.

Y pasaron dos días más, entrando en la cueva y paseando por la jungla, buscando monos y esquivando mosquitos, disfrutando de la tranquilidad de este lugar, privilegiando en nuestra opinión porque cerca hay otra cueva más famosa y más turística, por lo que aquí viene poca gente y por poco tiempo. Somos los señores de Moria. Pero todo tiene su contrapartida, el restaurante es una basura y si alguna vez hemos comido poco, ha sido aquí, nada exagerado, volvemos a Kota Kinabalu, tras comer como cochinillos y, por supuesto, parando a un coche bajo el duro monzón que nos dejó en la puerta del autobús. Si hay algo que mola más que viajar, es viajar gratis.







Esto no es lo nuestro

Y tras regresar a Kota Kinabalu y darle mil vueltas, decidimos hacer el típico safari a la selva en busca de animales, en especial del Orangután, ya que solo vive en Borneo y en Sumatra. No os vamos a dar detalles de nuestros próximos pasos ahora pero os adelantamos que a Sumatra no iremos, aunque nos gustaría, porque el mundo es infinito y nuestro tiempo y, por desgracia nuestro dinero, no lo son. Como todo en Sabah, es caro, pero bueno, no hemos hecho esto en todo el viaje y, joder, hay que tratar de ver orangutanes en libertad, además de muchos más bichos, como el Proboscis, los elefantes pigmeos, los cocodrilos, los pajarracos grandes y de colores, etc.


Así que soltamos unos cuantos ringgis y tras un madrugón de los buenos, atravesamos las faldas del monte Kinabalú, un mazacote de más de cuatro mil metros al que nos habría gustado subir de no ser por lo que te cobran. Y es que hay muchas y muy bonitas montañas en el mundo a las que subir sin pagar. Llegamos a un punto donde empezamos a hacer el guiri. Nos recogen en bus, nos llevan al campamento, donde nos reciben con un zumo, nos dicen donde está el bufet para las comidas… en fin, todo hecho para los próximos dos días. Que si trekking nocturno, paseos en barca a buscar bichos y demás. Mucho guiri, mucha comida, café y galletitas, que bien que bien… Pero como nos suele pasar en estos casos, algo nos falla, y los orangutanes se ocultaron a nuestra vista, así como los elefantes pigmeos. Disfrutamos al principio de los proboscis monkeys, de los macacos enormes, de los increíblemente bonitos pájaros, pero nos ansiamos al ver que pasaban las actividades y no aparecía el orangután. Mala suerte, mala conexión con estos sitios, lo que sea, pero es que cuando vamos solos nos hinchamos a ver cosas, el fondo del mar se nos ha abierto como a Moises para ver todo lo que se mueve, pero sobre la tierra, de forma organizada, no nos salen las cosas. Bueno, el orangután es el primer bicho que se nos escapa, algún día lo veremos, como a los hipopótamos que no vimos en Senegal…


Quiero ser más Pro

Y también poder bajar a más de 18 mts. de profundidad, entrar en barcos hundidos, bucear de noche… en fin, que ya lo teníamos en mente, en Filipinas nos habría venido muy bien, y aquí encontramos precios muy buenos. Nos vamos a hacer el Advance Open Water para poder hacer más el friki submarino y también para hacernos unas cuantas inmersiones aquí… que nos han dicho que hay tortugas…. Bueno, no nos lo han dicho, Esther ya las vio, así que volvemos a Semporna, buscamos escuela y nos vamos un par de días a Mabul para hacer el curso.

Nuestro instructor, Cesar, un simpático peruano, no se preocupa demasiado por la formación y se dedica a dejarnos hacer y ver lo que queremos tras cuatro ejercicios mínimos. Los libros que nos dan de PADI tampoco te dejan la sensación de que aprendas mucho más. Nos acordamos de nuestro amigo Amado cuando decía que PADI significaba Putt Another Dollar In. y Javi de lo que se lo curro el personal de IH Asia en su Open Water. En fin, que mejoramos mucho nuestra flotabilidad, a bucear se aprende buceando. Pero más, volviendo a nuestra nueva afición por ver pescaditos, flipamos con el tamaño de los que hay aquí, el coral no es gran cosa comparado con lo que hemos visto en Filipinas, pero la cantidad y el tamaño de los peces es brutal. Destacamos en estas inmersiones a bichos raros como el stonefish, el crocodrile fish o los frogfish. Volvemos a flipar con las tortugas, al verlas dormir en la inmersión nocturna y, sobre todo, los minutos que pasamos tumbados en el fondo, sobre la arena, a medio metro de una tortuga verde de cerca de un metro y medio, a la que no le importó lo más mínimo que compartiésemos un ratito de su descanso. Nos metimos en un pecio destartalado y disfrutamos mucho de las inmersiones. Comemos mucho, bebemos mucha agua y nos olvidamos de la cerveza, bueno, la dinámica malaya…


¿De vuelta al paraíso?

Un poquito de Mabul. La isla donde nos alojamos una noche y alrededor de la que hacemos las 5 inmersiones del curso. Para mí, Esther, es la segunda vez que piso esta isla. Hace dos años y medio pasé aquí 3 días y me quedé con ganas de más. Isla tranquila, gente agradable y paisajes de paraíso. Playas de arena blanca con buenos puntos de snorkel.
 


No quería volver porque sabía que me decepcionaría, ya había visto en las fotos los super resorts que han montado encima del agua, seguro que ya no iba a ser esa isla tranquila. Y las expectativas se cumplieron. Ahora la isla está llena de resorts construidos justo al lado de las más que humildes casas de los refugiados filipinos que viven en la isla. El contraste es brutal. Hace tres años no se puede decir que las playas estuviesen limpias, pero ahora se parecen más a un vertedero, con plásticos por todas partes. En los mismos resorts donde están los turistas que vamos a bucear para disfrutar de la vida marina puedes encontrar a los pescadores en sus barcas vendiendo todo tipo de ser viviente que hayan encontrado en el mar a los turistas chinos que no son muy selectos a la hora de decidir qué echarse en la boca. Puedes gastarte gran parte del dinero de tus vacaciones en bucear en Mabul y encontrar especies marinas que ni sabes que existen, no en el fondo del mar sino en la barca de los pescadores. Pero lo que no puedes escuchar desde el resort ni desde las barcazas de los pescadores es el sonido de la pólvora; a 15 metros de profundidad junto a la isla de Kapalai, sí. Se oyen fuertes sonidos, como si algo muy pesado estuviese cayendo o como si nos estuviesen bombardeando, me asusto, miro a mi alrededor y veo que nuestro instructor ni se inmuta, así que continuo como si nada, debe ser normal. Una vez fuera del agua pregunto y averiguo que los ruidos los producen los pescadores al pescar con dinamita. Por supuesto que este tipo de pesca está prohibida porque se carga a todo lo que hay alrededor, toda la vida marina sin hacer ningún tipo de distinción y todo el coral. Pero estas prácticas son habituales y nadie hace nada por impedirlo, existe la ley que lo prohíbe pero se sigue pescando con dinamita con total impunidad. No creo que le quede mucha vida a este pequeño paraíso. Y 3 líneas me bastan para hablar de Kapalai, que en realidad no es una isla, sino un bonito resort construido encima de un arrecife de coral. Si tienes el dinero suficiente puedes conseguir el permiso para violar cualquier ley que proteja estos espacios naturales.







Nuestros planes para el verano

Terminamos el curso y volvemos a Semporna, donde esperamos un día más para recoger ropas sucias de la lavandería, seguir comiendo y organizar nuestro asalto a Indonesia. No podemos entrar antes del día 18 puesto que nuestro visado es de 60 días y el vuelo de salida lo tenemos el 16 de julio, para asegurar que no nos pasamos entraremos el 19 de mayo, que los indonesios meten al talego a los guiris que se pasan con la visa y no queremos contar historias para no dormir.

Hemos usado y abusado del misterio sobre nuestro itinerario, pero bueno, no vamos a seguir con esa dinámica. Los días en Kota Kinabalu los usamos para planificar y comprar vuelos. La historia quedó así: el 19 de mayo entramos a Indonesia, en Kalimantan, su parte en Borneo, para ir a una pequeña isla llamada Palau Derawan. De ahí pasaremos a Sulawesi, a seguir buscando playas chulas y buen snorkel, buceo y demás. De ahí saldremos a Kuala Lumpur, en Malaysia peninsular, el 16 de julio, pero antes no sabemos si llegaremos al norte de las Molukas o se nos irá la pinza y llegaremos a Papua… esta parte está por decidir y ya veremos que nos va apeteciendo (que gustito da poder hacer esto). Estaremos un par de semanas en Malaysia, donde esperamos visitas por confirmar y, el 1 de agosto, volaremos a Bali para pasar otro mes en Indonesia, por la zona de Komodo, Flores, Sumba, Bali y Java, hasta el 29 de agosto, donde dejaremos nuestra aventura por las islas para poner rumbo a Kuala Lumpur, desde donde partiremos hacia algún sitio, pero aún no sabemos donde.

En fin amigos, que nos perdemos un poco más por las islas. Los próximos dos meses estaremos en una de las zonas más recónditas de Asia y del mundo, no sabemos hasta donde querremos o podremos llegar, pero vamos a ver que se cuece por esta parte del planeta a la que pocos occidentales llegan. Os contaremos, cuando haya internet y cuando nuestro cerebro nos lo permita. Hasta entonces, no nos olvidéis porque nosotros nos acordamos mucho de todos vosotros.



P.D. Este post lo queríamos haber subido el último día en Malasia-Borneo, concretamente el 19 de mayo, pero no hubo internet. Una vez en Kalimantan, el lado indonesio de Borneo, encontrar internet es casi tan difícil como encontrar jamón serrano, bueno, no tanto… En cuanto haya un atisbo de conexión con el mundo exterior os contamos nuestros comienzos en Indonesia. Y ya os adelantamos que prometen…