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viernes, 31 de agosto de 2012

Java Express

Y tras los días tumbados a la bartola en el palacio de Sanur, la situación era la siguiente. Sonsoles y Sonia llegaban a Bali el 19, por lo que las mandamos directamente a Ubud, a nuestro anterior palacete, para que pasasen un par de días en la zona. El 21 de agosto, Cachi, Esther y Javi cogen un bemo y se van a la estación de buses de Denpasar, donde unos minutos más tarde aparecieron Sonso y Sonia. Mucho tiempo sin vernos y de nuevo la alegría de encontrarse con amigos, algo a lo que nos hemos malacostumbrado y que nos hace un poquito más felices. Entre el caos de conductores de bus repartimos abrazos y compramos los billetes para cruzar a Java. En esta última etapa indonesia hay muchas cosas que hacer, muchos kilómetros que recorrer y poco tiempo. Nosotros volamos el 29 de vuelta a Kuala Lumpur y hay que darse un poco más de caña.
 

De volcán a volcán y te jodes en el bus porque te toca

Llegamos a Java y nos toca pelearnos con los transportistas, la cosa no cambia, hasta que encontramos uno medio honrado que nos lleve lo más cerca posible del primer objetivo, el Ijen. El bemo en cuestión comienza a subir entre bosque y arrozales hacia Kawah Ijen, punto de partida para la ascensión al cráter. El caso es que en bemo no se puede porque la carretera está hecha una porquería y terminamos exactamente en mitad de algún sitio de nombre no recordable. El único hotel que hay es muy caro y un jovenzuelo nos ofrece dormir y comer en su casa por un módico precio. Un home stay bueno y barato para que nuestros visitantes disfruten de la hospitalidad y, sobre todo, de la comida indonesia, así como de sus duras y pequeñas camas.

Flipando en el Ijen. Dormimos pocas horas y a las dos y media de la mañana nos levantamos, nos tomamos un café y nos subimos en un todo terreno, la única forma de hacer los últimos 17 kilómetros hasta comenzar el pateo. Estaba la posibilidad de subir en camión con la gente que trabaja recogiendo azufre, pero no salió porque era fiesta o porque ganan más pasta con el coche, elegid opción. Subir en moto a esas horas no es una opción. Y allá vamos. Llegamos al parking y comenzamos la fácil pero empinada subida. Una hora y media y comienza a verse la luz del sol. Cuando a penas han despuntado los primero rayos de sol por encima del mar de nubes llegamos al volcán. Este es uno de los momentos del viaje que resulta difícil de explicar con palabras y al que las fotos no terminan de hacer justicia. IMG_5891Tal vez el comentario de Sonso cuando alcanzamos el borde del cráter, con un mar de nubes entre montañas a un lado y un lago verde turquesa en el fondo, junto con una humareda blanca proveniente del yacimiento de azufre que hace especial a este volcán sea más descriptivo: ¡madre mía que me muero!,¡ que me maten aquí mismo!. Y es que la combinación del azul del cielo, con los tonos de marrón y negro de la montaña, el blanco de las nubes a nuestros pies y del humo que sale del cráter, el color del lago y, sobre todo, el amarillo y naranja del azufre, hacen del lugar algo espectacular, o mucho más. Nos comemos un poco de jamón en una zona apartada y sacada de la imaginación de Julio Verne mientras el sol sube lentamente. Queda bajar al cráter donde los currelas extraen el azufre que el Ijen expulsa a la superficie a diario.IMG_5770-001 Esta gente sube con cestos cargados de azufre hasta el borde del cráter y lo bajan al parking. Casi 90 kilos pueden meterse en un viaje, Javi intentó levantar un par de cestos y no pudo, como para cargarlo por las empinadas paredes del cráter. El olor a azufre y los ojos irritados pasan cuando el aire cambia de dirección, permitiendo que lleguemos hasta el yacimiento. Parece de otro mundo y, al menos, sabemosIMG_5868-001 que esto no se puede repetir en otro lugar. Tras flipar con el azufre y el lago y el cráter y todo lo que ya hemos dicho, volvemos a subir al borde para descender. Toca coger el coche, pillar la mochila y bajar de nuevo a Banyuwangi, donde un tren nos dejará en Probolingo para el siguiente asalto a la isla de Java. O eso pensamos.
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Disfrutando el local bus. Pues no hay tren, dicen que full aunque no nos creemos que se acaben los tickets en algún transporte económico en Indonesia, así debe de ir el tren. Toca discutir con bemo para ir a la estación de buses y discutir allí por los billetes. Más que cansados andamos ya, como echamos de menos Sulawesi y Maluku, donde esto no pasaba… El caso es que cogemos el bus local, ocho horitas hasta Probolingo. Nuestros amigos descubren la experiencia de viajar en un autobús cutre que se llena y se llena hasta reventar y tienen la “suerte” de poder disfrutar de la experiencia durante horas. Pero todo llega y el final del trayecto, que se retrasa, como no, también. Llegamos a la ciudad y como es tarde aprovechamos un barato y no del todo limpio hotel cerca de la estación para dormir en una cama de verdad y descansar del palizón de día. Al día siguiente cogeremos el bemo que nos lleva a Caemoro Lawan.

Jalan-jalan vamos a por otro volcán. La mayoría de la gente se recorre el bromo en todo terreno o a caballo. Nosotros somos como somos y nos mola patear (o jalan-jalan como dicen los indonesios). Cemoro Lawan está entre preciosas montañas y rodeado de campos cultivados, menos por un lado. Cemoro Lawan está petado de casas que alquilan a los turistas a precios inflados pero al final encuentras algo duro donde dormir con un mandi-mandi (ducha a la indonesia de la que no se si hemos hablado), con agua más fría que el culo de un pingüino. Cemoro Lawan sería el nombre que habría que poner a un pueblo si alguna vez se construye en la Luna. Porque ese lado del pueblo que no es montaña, ni casas ni cultivo, es el agujero más grande que jamás hemos visto y probablemente veremos. No intentaremos describirlo más. IMG_6027En medio se encuentra el cono del Gunung Batok, del Gunung Bromo y del Gunung Kursi, más allá está el Gunung Semeru a más de 3600 metros de altura y, en el extremo sur del agujero, el Gunung Penanjakara. Seguro que hay más cráteres y ya os decimos que en ese pedazo de terreno lunar caben muchos más. Se repite la historia de dormir hasta las dos y media, levantarse con un fresquito de lo más incómodo, llamémosle frio de narices para nuestro cuerpo acostumbrado al calor y a patear con los frontales. Subimos hasta un mirador del Penanjakara para disfrutar de la salida del sol sobre el paisaje del Bromo, el Batok y el Semeru. Creíamos que eran 7 kmts. pero resulta que son solo 3 y claro, como esto es de lo más turístico de Java, hay señoras vendiendo café y banana frita por todas partes.IMG_6155 Encontramos un buen sitio para esperar y ver como la luz avanza sobre el conjunto de volcanes. Tras esto, volvemos sobre nuestros pasos y descendemos al superagujero por una senda que no dispone de gente que nos cobre la entrada. Cruzamos el desierto, con matojos con escarcha y arena volcánica negra, hacia la base del Bromo. Cuando llegamos, cientos de todoterrenos y de caballos levantan polvaredas para ser respiradas por miles de indonesios y docenas de guiris. La subida al cráter del Bomo es una cuesta de arena, todo lleno de polvo por todas partes, con el encanto de los caballos, que provocan que la escena haya sido sacada de un spagetti wester. Tras la cuesta de arena, una escalera, y tras la escalera un túnel… no no, el túnel es llegando a Mordor, después de la escalera no hay nada, o bueno, solo un tremendo vacío casi vertical que desciende hasta un agujero, perfectamente circular, en cuyo fondo hay agua tirando humo constantemente. Si las imágenes que habíamos retenido las horas anteriores en la retina eran increíbles, lo del cráter del Bromo no tiene nombre. Cerramos la boca y nos quedamos en el delgado borde durante mucho tiempo, comiendo otro sandwich de lomo con queso (a ver quién supera esto) y perdidos en las gigantes dimensiones del lugar.IMG_6063 Nos toca bajar, en el caso de Cachi y Javi a lo salvaje dando saltos por la ladera, eligiendo alguno de los cañones de arenisca que se forman en la base del Bromo, cruzamos de nuevo el desierto hasta otra senda en la que no hay nadie que nos pregunte por nuestro inexistente ticket. Recogemos, mandi-mandi, comemos y bemo de vuelta a Probolingo. Si Cachito, Sonso y Sonia lo pasaron bien en el último autobús, en este bemo, que a los cinco minutos paró para cambiar una rueda pinchada (le pusieron una de fórmula 1, de esas lisitas), aquí lo gozaron como nunca. 26 personas en poco más de seis metros cuadrados de vehículo, muchas rodillas juntas y mucho intercambio de epidermis entre pasajeros. Vivan las experiencias locales…

Disfrutando del mini-bus. Y como Cachi ha quedado con su amiga Dewi quiere salir lo antes posible hacia Jogjakarta. Y los demás lo acompañamos. El resultado es un minibús que sale a las ocho y pico y llega a las seis de la mañana a Jogya. Palizón el que nos estamos dando. El que no sepa lo que es una noche en un asiento de bus o minibús que lo pruebe. No nos vamos a molestar en explicar esto tampoco. Lo que no acaba contigo te hace más fuerte, pero también te deja hecho mierda.
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Forzando la máquina en Jogya

Y nada de llegar y descansar, no señor. Ducha, dormimos tres horas como koalas en un eucalipto y en compañía de la compañera de master de Cachi, Dewi, y de su amigo Varian, nos vamos en coche al tercer objetivo de Java, el mítico templo de Borobudur.

IMG_6301Borobudur es bonito, tiene un royo entre budista e hindú muy chulo, está en un lugar precioso, rodeado de palmeras y montañitas. Pero la cantidad de gente que hay no permite disfrutarlo en su esplendor. El precio de la entrada para extranjeros es una bestialidad, veinte dólares por cabeza. Pero somos como somos, ya lo hemos dicho, y con los carnés del Open Water Diver nos hacemos pasar por estudiantes y obtenemos un descuento del 50%, vivan las pirulas para poder gastarnos el dinero en comida y no en entradas. Visitamos el templo, nos habíamos esperado otra cosa, pero es que hay demasiada gente y estos lugares solo sacan su verdadero esplendor con la tranquilidad que centenares de indonesios no pueden generar, imposible.
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Y el día no termina aquí, no señor. Bueno, el día si, pero es que tras la puesta de sol, que vemos desde el coche, nos vamos al parking de la zona del Gunung Merapi para intentar ver algo con lo que no contábamos. IMG_6333El Merapi petó por última vez en el 2010 y es posible llegar a ver lava. Los indonesios van en tropel a ver la puesta de sol, nosotros pasamos de eso y caminamos de noche hasta ver si podemos ver algo de lava. Es difícil porque no siempre la expulsa, de echo no sabemos si la expulsa, pero no podemos dejar pasar la oportunidad. La imagen de este volcán desde el coche es imponente, con la cumbre de un color gris casi blanco y formando un cono casi perfecto, roto por una fisura echa por el río de lava que hace un par de años destrozó las inmediaciones. El paseo termina en una zona despejada desde donde se ve la cumbre. No hay nubes pero tampoco lava. Nos quedamos en silencio escuchando lo que parece ser el ruido de las entrañas del volcán, uno de los 16 más activos del mundo. Volvemos, cenamos, ducha y a dormir lo que podamos. Toca descansar porque llevamos un palizón de espanto y hemos cumplido con las expectativas. Toca seguir caminos distintos.
 

Cada uno a su agujero

Dewi y Varian vuelven a Jakarta. Sonso y Sonia no caben en su gozo tras los días que llevan (en una semana han disfrutado de la cultura balinesa en Ubud, de los volcanes Ijen y Bromo, de Borobudur y del pueblo indonesio del que ya os hemos contado tantas cosas buenas). Pero les falta algo. No quieren irse del hemisferio sur sin ver una playa de esas guapas y sin probar un buen snorkel. Al final parece viable ir a una isla al norte de Java central y, hasta donde sabemos en el momento de escribir estas palabras, allí estarán un par de días antes de empezar a volar de vuelta a casa (esperamos comentarios en esta entrada para ver que tal os ha ido…). IMG_6443Cachi, Esther y Javi cogen un más que caro y más que cutre, mierda, de tren nocturno a Bandung, donde Cachi estará unos días en solitario y desde donde nosotros cogemos un minibús directo al aeropuerto de Jakarta. Nos despedimos de Cachi con más pena que de nadie porque él se va a Lincon y no lo veremos en breve. Hemos disfrutado de la alegría de Sonsoles y de Sonia y del intento de tirar el anillo de poder al fondo del Bromo. Como al final se nos olvidó habrá que buscar otro volcán con lava y terminar la faena. Mientras tanto seguiremos con ganas de ver lava y el señor oscuro seguirá en su lugar, en la Moncloa.
 

Selamat datang

Poco podemos hacer ya por Java, pues nos quedan un par de días y doce horas hasta Jakarta, donde tenemos que coger el avión que nos sacará definitivamente de nuestra particular odisea en las islas del sudeste asiático. Así que cogemos un tren nocturno para ir a Bandung, donde Cachi se quedará haciendo el friki por los volcanes y nosotros cogeremos un minibús que nos llevará directamente al aeropuerto. El tren en cuestión era caro, más de veinte euros cada uno (aquí en Indonesia es bastante pasta) y, además de caro, resultó ser una mierda. Asientos que no se reclinan, mucho calor, mucho indonesio vendiendo nasi (arroz) y anunciando su manjar a todas horas (nunca se sabe cuando vas a querer un poco de arroz con un huevo, así que viene bien que te lo ofrezcan a las tres de la madrugada, y a las cuatro y a las cinco…). Hechos una pena llegamos a Bandung para tomar un café, ducharnos en la habitación de Cachi y comprar los billetes del minibús. Nos despedimos de Cachito, hasta vete tu a saber cuando, tras haber rulado un mes por el hemisferio sur, tras volver a enfrentarnos a la Pelni, a los taxistas de Bali, a los volcanes indonesios y toneladas de arroz. Esperemos que no pase mucho tiempo antes de volver a hablar sobre como arreglar el mundo, o sobre como destruirlo.

IMG_6346Un mes y medio desde que nos encontramos con Paco y Ester. Sonso, Sonia y Cachi siguen su camino. Nosotros el nuestro, de nuevo haciéndonos compañía, nunca solos. Tres meses en Indonesia con el paréntesis de Malaysia y todas sus cosas. Desde luego que las pocas de las 17.000 islas indonesias que hemos conocido nos han dejado huella. Han cumplido las expectativas que teníamos y las han superado. Como siempre nos quedan cosas pendientes, Papua, Sumatra, las mantas-raya el este de flores hasta Timor, etc. Tras tantas semanas viajando nos hemos dado cuenta de que en un mes puedes conocer un país, pero con dos meses realmente te enteras de mucho más y puedes conectar con su gente. Aquí hemos estado tres y los indonesios nos lo han puesto fácil. Echaremos de menos hablar con ellos en bahasa, sus sonrisas y la atención que nos prestan. No echaremos de menos el ruido y su cocina. Nos vamos de indonesia tras una noche en el aeropuerto, mucho más confortable de lo que podíamos imaginar y dejamos un pedazo de alma en esta tierra de naturaleza salvaje y gente adorable a la que a veces quieres matar. Se hace difícil explicar la sensación de dejar este país tras tantas cosas vividas. Nos consuela la posibilidad de volver y, como siempre lo que queda por delante. Contamos en días lo que falta para la última etapa del viaje, y los contaremos despacio y casi sin darnos cuenta en la tierra Khemer, en el epicentro del imperio Ankor. Contamos lo que falta para el último viaje, el de vuelta a casa, desde Camboya.
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lunes, 20 de agosto de 2012

Vacaciones de verano

 
1 de agosto de 2012. Nunca hemos tenido vacaciones en estas fechas. Nunca lo hemos querido. Vuelos caros, sitios llenos, etc. Pero lo dicho, vamos al epicentro del turismo playero-dominguero mundial, Bali. Llegamos al aeropuerto de Dempasar con la comodidad de saber que Paco y Ester, que volaban el día anterior, nos han vuelto a reservar habitación, igual que cuando llegamos a Kuala Lumpur. Le pillamos el gusto a esto, estaría muy bien poder mandar a alguien un día antes para que te buscase hotel y se ubicase en la ciudad. Empiezan nuestras vacaciones de verano, ¡chupi!

IMG_5036Pero la costumbre es la costumbre y nos negamos a pagar un taxi a Kuta, donde nos esperan. Casi se puede llegar andando y los taxistas se dedican a dar sablazos a los turistas recién llegados. Tras caminar bajo el sol, preguntar mil veces y negociar precios con los taxistas que no paran de pitarnos y preguntar “where do you go?”, encontramos un bemo que, como suele pasar en indonesia, nos lleva por menos de un euro a los dos.

Kuta tiene tres partes. Desde lo alto de un edificio, preciosos templos, bonitos techos de teja, a diferencia de la omnipresente chapa metálica de toda Asia, y un bonito cielo azul. Bajo esa línea, calles llenas de taxistas pesados, agencias con precios insultantes, guiris con motos haciendo el macarra, más y más guiris con tablas de surf y todo ese conjunto, medio monstruoso, medio claustrofóbico que hace que te preguntes porqué todo el mundo quiere venir aquí. Será por la playa. Vamos a la tercera parte, la playa. Error. Grande, con arena rubia grisácea normalucha, llena de guiris, cuatro palmeritas y arbolitos, gente haciendo masajes, etc… de verdad que no entendemos porque Kuta está tan lleno. Para colmo, por la noche las discotecas y su personal invitan a entrar y beber, más guiris borrachos y las típicas escenas lamentables de los que se han pasado con las copas. Menos mal que al día siguiente llega Cachi y nos vamos directamente al norte de la isla, a Tulamben, donde Mery y Jonathan, recién ascendidos a la categoría de Dive Master, nos esperan (quien no se acuerde que busque en las entradas de Filipinas cuando estuvimos en Siquijor).

IMG_5017Negociamos transporte, es caro pero hemos tenido suerte. No llevamos ni dos días y las diferencias entre Bali y la otra parte de Indonesia que conocemos se notan. Aquí la arquitectura es bonita, hay templos (son hinduistas), esculturas, etc. En general tiene un ambiente bonito (salvo por lo dicho de turistas, agencias, discotecas… pero para gustos…). Pero el guiri paga más, ya no hay “hello mister”, solo “¿taxi?” y precios desorbitados para absolutamente todo, con lo que toca volver a pelear por todo. Lo de los taxistas en toda la isla es agobiante, cada tres pasos hay uno dando la brasa. Nos acordamos de una peli italiana de Jaimito, donde el chaval iba con su abuelo en un taxi atravesando una zona con muchas prostitutas e inocentemente le pregunta: “Abuelo, ¿las prostitutas tienen hijos?”, a lo que el abuelo contesta: “¡claro! ¿de donde crees que salen los taxistas?.

Pero a lo nuestro. Tras mucho tiempo nos encontramos con Cachi, en el aeropuerto de Bali. Estas cosas son fascinantes. Directamente nos enfilamos hacia Tulamben parando en un supermercado para comprar un par de chuches. En dos días hay algo que celebrar.
 

Dive, dive, dive… y mucho más

Poco más que eso hay que hacer en Tulamben. Salvo que vayas a estar ahí el 3 de agosto en compañía de Esther. Llegamos y nos reencontramos con Jonathan y Mery, los primeros amigos del viaje con los que nos reencontramos, tras habernos reunido con Cachi y cuando nos habíamos habituado a la compaía de Ester y Paco. Este viaje ha tenido cosas muy grandes, pero volver a estar en compañía de amigos tras tanto tiempo los dos solos es otro viaje en si. Entre risas y charlas sobre nuestras vidas en los meses pasados organizamos los dives del día siguiente. Y el día fue grande.

P8031390El 3 de agosto Esther cumple 31 años y los astros se han alineado para poder celebrarlo con muchos amigos, dentro y fuera del agua. Nos cascamos tres inmersiones, la primera de ellas en el Liberty, un pecio de 130 metros, del que se podría decir que está destrozado si no fuera porque está petado de coral de proa a popa. Junto a una gorgonia Mery saca una pizarra de FELIZ CUMPLE ESTHER y tenemos la suerte de que una compañera de nuestros amigos Dive Masters del Universo nos va haciendo fotos en todas las inmersiones. Bucear, comer, bucear y comer más y mejor. El regalo de cumpleaños estrella lo trae Cachito. Lomo, jamón y queso del bueno. Cervecitas y más risas. A Esther también le caen unos cuantos regalos más y el día pasa a los anales de la historia. A pesar de estar tan lejos de casa y de ser algo tan distinto, la celebración ha sido espectacular, sobretodo cuando tuvo queapagar la vela a 15 metros de profundidad.


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Y el día siguiente un par de inmersiones más, repitiendo el buceo en el barco, que no es para menos. Que gusto da poder hincharse a bucear. Y es que los buceos en esta zona tienen un precio genial y lo aprovechamos. Además Javi, por pesado, se saca un dive gratis al día siguiente, pudiendo acompañar a Jonathan y Mery en la última inmersión de su viaje, que toca a su fin. Paco ha podido disfrutar de la buena visibilidad en la zona, lo que se nos negó en Perhentian. Cachi descubre el buceo en aguas tropicales y toda la vida que se encuentra bajo el mar. Por si fuera poco, Ester (la de Paco) se anima a hacer un Discover Scuba Dive y lo hace a lo grande. Nada más entrar en el agua para practicar el primer ejercicio (el de llenarse la máscara de agua y vaciarla), su instructor y Paco flipan cuando, en lugar de hacer el ejercicio, dice que no y señala. Empiezan a pensar que no es lo suyo hasta que comprenden, se giran, y ven un tiburón. La leche.
 


Palacios y templos

IMG_0819¿Hemos dicho algo feo de los transportistas en general y de los de Bali en particular? Pues seguro que nos hemos quedado cortos. Para salir de Tulambén hacia el siguiente destino nos cobran una bestialidad. Para matarlos. Nos toca pelearnos para visitar un templo que habíamos negociado y solo tenemos ganas de descuartizar al taxista. En fin, que nos vamos a Ubud, en un microbús, los siete, como en una excursión del cole. Los templos que visitamos son una pasada. Tras los dos meses anteriores solo habíamos disfrutado de esas cosas en Toraja y aquí la cultura balinesa nos gusta mucho. Llegados a Ubud comprobamos que los templos están por todas partes, igual que bonitas terrazas de arroz y nos acostumbramos a pasar de agencias turísticas y de los, otra vez, puñeteros taxistas. Los palacios de Ubud no son para reyes. Gracias a Mery y Johathan nos alojamos, por el mismo precio que venimos pagando por sitios de mierda, en una pedazo de habitación, con una cama increíble, agua caliente, en un patio balines con sus pequeños templitos y un techado de madera tallada, con una cama, una mesita y mil virguerías más. Lo remata la familia más que simpática que lo lleva, el té y café durante todo el día y un desayuno que llevábamos tiempo sin ver. Casi ni nos lo creemos.

Aquí descansamos, solo algunos, porque Paco no se quiere ir a casa sin subir un volcán y Cachi está ávido de montaña. Los dos le echan valor y, primero se pelean por toda la ciudad con las agencias, lo que a nuestro juicio es más duro que llegar al campo base del K2. Después se van a las doce de la noche porque han deIMG_5086cidido subir al Agung, de más de 3000 metros, y se tienen que pasar toda la noche pateando. Lo consiguen, vuelven hechos mierda pero contentos. Javi, Esther y Ester solo se pasean por las terrazas de arroz y se relajan. Por la noche nos vamos a ver el Kecak, una danza extraña que descubrimos en la peli-documental de Baraka y que teníamos ganas de ver. Pues eso, que de vez en cuando también apetece hacer el turista y dejar el rollo viajero duro por un rato. Ubud se presta y es un buen sitio, con comida occidental a precios razonables y este tipo de cosas para guiris.
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El último viaje al este

Y llegó el día, casi sin darnos cuenta, en el que Ester y Paco nos dejaban, para pasar los últimos días de su viaje en Kuala Lumpur. El día anterior fueron Jonathan y Mery. No olvidaremos los días pasados con ellos, igual que no olvidaremos el queso que Paco nos dio cuando llegamos a Kuala Lumpur ni el queso fresco y los yogures que Mery y Jonathan nos regalaron en Filipinas. Todo el día pensando en comida, es lo que toca en la maravillosa Indonesia. Divagaciones culinarias a parte, nos separamos de nuestros amigos. Cachi y nosotros dos ponemos rumbo a Lombok, hacia el este, por última vez. Cuando lleguemos a Flores solo quedará ir hacia el oeste, no para encontrarnos con Clint Eastwood, si no porque ya toca y no hay más tiempo para seguir viajando hacia donde sale el sol.

Cachi comienza a disfrutar de la experiencia de viajar en barco por Indonesia. Esas cosas como que el ferry llega al puerto, tras cuatro horas, y se queda una hora más flotando plácidamente a pocos metros del puerto, esperando a que le dejen hueco para “aparcar”. Disfrutando de cosas como que un grupo de delfines comience a danzar y saltar junto al ferry (algo que hasta el momento no habíamos disfrutado en el viaje). Llegamos a Lombok y continúa la pesadilla de transportistas y de agencias que te quieren vender la moto, el coche, el barco y una nave espacial si pueden, todo ello a precio guiri, of course…

No teníamos pensado pasar mucho tiempo en Lombok, tan solo el necesario para organizar una excursión en barco hasta flores, con paradas para hecer snorkel y, por supuesto, en el Parque Nacional de Komodo. Negociamos un bemo y nos vamos a Mataram, la capital de la isla. Ciudad Indonesia sin más, con un bonito hotel y sin peña que nos atosigue por la calle. Poco que hacer pero ya es de noche para seguir. No encontramos más información sobre el cutre crucero que queremos hacer y nos marchamos a Sengigi, zona playera para extranjeros donde seguro podremos contratar el barquito. Y así lo hicimos, parando un par de días para ir a la playa y, en compañía de dos valencianas que habían alquilado un coche, hacernos una excursión a las playas del sur. Nada de otro mundo pero Javi disfruta de la sensación de conducir un coche por Indonesia, por la izquierda, al más puro estilo del país. Mola.
 

Crucero a la indonesia

Un crucero, para nuestros bolsillos, en Indonesia, no exactamente lo que se puede esperar de lo que imaginas cuando te dicen crucero. Un crucero en Indonesia es un barco de madera, donde meten a 24 guiris durmiendo en colchoncitos en el suelo, se come mucho arroz, solo hay un wáter y se mueve lo que no está escrito con la más mínima ola. Pero se pasa muy bien.

IMG_0921La cosa no empezó bien. Entre el grupo se encontraban un padre y sus dos hijos, de Barcelona, que habían comprado dos billetes para camarote. El barco no tiene camarote y cuando Albert reclama lo que toca, el encargado se pone chulo y por un momento parecía que íbamos a terminar en batalla campal, entre marineros indonesios y turistas españoles… todo se calma, el idiota del encargado pide perdón, les devuelven la diferencia y partimos. En general se estaba bien, poco espacio y demasiado guiri con ganas de beber y fiesta, lo que incomoda para la tranquilidad y en algún momento para dormir. Algún momento en el que quisimos echar por la borda a algún borrachuzo haciendo cosas de borrachuzo y una noche dando saltos en este cascarón con las consecuentes escenas de mareos y demás. Pero la gente era bastante respetuosa y majeta (a excepción de una “Barbie” canadiense que habría que haber entregado como ofrenda a los dragones de Komodo o haber abandonado en algún arrecife de coral, para alimentar a los pescaditos de colores y ayudar así a la flora y fauna del lugar). 

Las paradas en una cascada, en una isla para subir a una montañita, en diversos arrecifes para hacer snorkel y esas cosas estuvieron bastante bien. IMG_0906La comida sin ser una maravilla estaba buena (con el omnipresente arroz) y la cantidad suficiente (salvo cuando hubo pollo, pues llevaban dos que sirvieron para dos comidas, haced el cálculo de a cuanto tocamos si nos comemos un poyo entre 23). No vimos mantas-raya pero disfrutamos de los dragones, sobre todo en Rinca, donde nos fuimos los españolitos a hacer el trekking corto y el resto del barco a uno más largo, pudiendo ver a hembras cavar para sus nidos y a un dragón juvenil posando para nosotros. El resto de bichos los ves en el restaurante porque, según dicen los guías del parque, van al olor de la comida aunque nadie los alimenta, cosa de la que nos cabe una razonable duda. El caso es que las islas, tanto Rinca como Komodo, están petadas de monos, ciervos, jabalíes y demás presas para el bicho más antiguo sobre la faz de la tierra. Hablando de los lagartitos, son una pasada. Como se mueven, la piel, las garras y el resoplido que de vez en cuando dan. Acojona su tamaño y el hecho de saber que si te muerden casi seguro que te mueres, por las bacterias y el veneno, en breve. Para tu tranquilidad a la entrada de Rinca hay una lista de los ataques, 18 en los últimos diez años, con tan solo tres muertes en el acto… que bien…

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Terminamos el crucero y llegamos a Labuan Bajo, en Flores. Queríamos bucear, nos habría gustado conocer el interior de la isla, llegar al este para subir al volcán Kelimutu y demás. Pero no hay tiempo, tenemos que volver a Bali a recoger a Sonsoles y quedan pocos días. Salir de Flores a Bali es complicado, hay que atravesar Sumbawa y Lombok y el transporte es lento y cutre. La opción de un “transfer” organizado es cara, pues aquí también cobran barbaridades por todo a los turistas y más teniendo en cuenta que en dos días es el día de la independencia Indonesia y en cuatro el fin del Rambadán. Pero la suerte (ya juzgais si buena o mala), quiso poner un barco de la Pelni dos días después de nuestra llegada con destino al puerto de Dempasar, en Bali. Ahora hablamos de ello. Aquí en Labuan Bajo poco que hacer, no hay tiempo para bucear, que pena, porque nos habían hablado muy bien del buceo aquí (aunque también teníamos en cuenta que las inmersiones son difíciles por las corrientes). No hay tiempo así que nos aprovisionamos y nos preparamos para las treinta horas de barco que nos esperan. Ya habíamos viajado en la Ekonomi de la Pelni, pero con el bonus de la madre de Melinda (en nuestros comienzos por Indonesia) y habíamos jurado que nunca más. Pero en estas latitudes, nunca se puede decir jamás, porque como es el caso, la mejor opción que teníamos era esta, y nos consideramos afortunados por romper nuestra promesa. O al menos eso pensábamos.
 

Si hubiese transporte público en Mordor, lo llevaría la Pelni

Habíamos dicho que teníamos suerte pues el billete en el barco de la Pelni es relativamente barato y nos ahorraba unas treintaicinco horas de ferries y buses cutres. Pero cuando llega el barco, con ocho horas de retraso tras habernos levantado a las tres de la madrugada, empieza el espectáculo. Al principio ves como la gente se acumula en el embarcadero, pero cuando vas a pasar un policía te dice que no puedes, que la puerta se abre a las diez. Que le digas que hay dos mil personas dentro no importa. Pero la gente se cuela y el poli para a quién le da la gana. Montamos una estrategia. Javi con tan solo la mochila pequeña para ir ligero ha de colarse y encontrar hueco para pasar las treinta horas de viaje. IMG_5622Después, con más calma, Esther y Cachi irán a buscarlo con los bultos. Javi se cuela cuando el poli abre la puerta y deja pasar a unos cuantos (el sabrá porque). Pasemos a primera persona. Me coloco en un lugar estratégico donde parece que van a bajar una de las dos pasarelas. El barco llega petado, hay gente hasta en los botes salvavidas. Tras cuarenta y cinco minutos al sol, entre docenas de indonesios ansiosos por subir, disminuye el fluyo de gente que sale cargada con mil bultos. Por la otra pasarela ha empezado a subir gente y el ambiente está tenso. La gente empieza a empujar y cuatro policías nos paran, hasta que no pueden y salto a la pasarela, me cuelo entre un sobaco, una caja de cartón y la barandilla. Como animalicos conseguimos subir a la cubierta y empieza la búsqueda de una superficie en las salas de la Ekonomi Class. Todo lleno hasta que al final, cerca de la proa, encuentro hueco para tres o cuatro personas (habíamos conocido a Ricardo, de Palencia, que iba a compartir nuestro trayecto en el barco). Entre un par de familias me ayudan a guardar el sitio y además no hay nadie fumando, el calor no es infernal y no huele mal pues no hay aseos cerca. Ha merecido la pena.

IMG_5633Pero lo que no tenía precio era la cara de Cachi cuando llegó. Flipaba y no era para menos. El barco se había llenado de forma que, sin exagerar nada, no había medio metro cuadrado de superficie sin ocupar, salvo un leve pasillo para moverse. Miles de personas subidas a cualquier lado, toneladas de basura, aseos inmundos y treinta horas por delante. Que guay es viajar. Pero por suerte por la noche se baja mucha gente y podemos salir a cubierta a cenar y tomar el aire. Además, un simpático hombre nos cede tres colchonetas para dormir y la cosa mejora. El caso es que viajar en un barco de la Pelni es una experiencia en si, como los trenes indios. Hay que vivirlo por un rato. Pero no mucho, por supuesto. Algunas frases de Cachi son ilustrativas. Destaquemos, tras su visita al baño “si pudiese clavarme un lápiz en las fosas nasales y perder el sentido del olfato, no me lo pensaba”. Pero las horas pasaron, charlando con Ricardo, paseando y viendo las escenas del barco, preparando comida y comiendo, hasta que con diez horas de retraso llegamos de nuevo a Bali. Nos gustaría contar mucho más de este trayecto, pero se haría muy largo, ya os contaremos en persona, salvo que tengáis el valor de experimentarlo por vosotros mismos. Nosotros la próxima vez que volvamos será para hacer un documental titulado “trasportes de mierda por el mundo”.
 

Vacaciones estilo balinés

Llegamos tarde, intentan clavarnos por el transporte, pero encontramos una furgonetilla que nos lleva a Sanur, junto a una pareja de franceses que venían en el barco desde Sulawesi, con tres días y dos noches. Ole sus cojones. Empezamos a buscar alojamiento y es caro. Pero a veces, solo a veces, te toca el gordo. Esther buscando habitación llegó a una casa donde tenían habitaciones. Nada más verlas se da cuenta de que no son para nosotros. Efectivamente le dicen que cobran 150 dólares por noche. Pero no hay nadie y le ofrecen por la doble 250.000 Rps., unos 23 euros. Pasamos la noche con Cachi compartiendo una habitación y aprovechamos la oportunidad al día siguiente.

IMG_1105Y tres días pasamos en una habitación de coña. Con piscina particular, una cama con techadito junto a la piscina, tele, equipo de música, DVD, cocina, jardín, flores encima de la cama, un aseo de la hostia, con una bañera enorme, nevera, aire acondicionado, tumbonas… en fin, increíble. Tres días para relajarnos antes de recoger a Sonso y enfilar el final de Indonesia. Tres días comiendo comida occidental y tomando cervezas, tumbados en la piscina y leyendo en la cama exterior, viendo películas tumbados en la cama y sin más. La playa la vimos y confirmamos que las playas de Bali son una castaña, alguna habrá decente, pero El Altet le da mil vueltas a esta. Una parada técnica para no hacer nada salvo escribir en el blog y descansar en un hotel que normalmente solo es para los pastudos. Unas vacaciones al más puro estilo occidental y de la forma más ociosa posible. Genial.

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miércoles, 18 de julio de 2012

Viaje a lo desconocido

 
Algo en común a todas las zonas que habíamos visitado hasta el momento era las referencias de conocidos, la información de otros viajeros, las explicaciones en la Lonely Planet, por malas que puedan ser, u otro tipo de información. Sin embargo, cuando decidimos ir al norte de Maluku, nos movía, entre otras motivaciones, el hecho de no conocer a nadie que haya estado allí, que nadie nos había contado nada y, por lo tanto, no teníamos ni la más remota idea de que íbamos a encontrar. La información en la guía es de lo más pobre y ni tan solo en el norte de la vecina Sulawesi nos dieron algo de información. Llegamos a Ternate, como os dijimos en la entrada anterior, en un barco con las ratas y ruidos propios de la VIP Class en al que nos alojaron.

IMG_0303Nada más llegar, bajamos del ferry cruzando por una ventana al ferry de al lado, esquivamos a los bemos (furgonetillas que cumplen una función intermedia entre un taxi compartido y un bus) del puerto y buscamos otro, con el precio que realmente vale, para que nos lleve al hotel. Lleno. Esa es la palabra que más suena en este y otros hoteles, caros y baratos. Pero el simpático dueño del Indah Hotel nos sube al coche y nos ayuda a buscar otra opción, marcando así la tónica general de esta zona. Nos quedamos en este cuchitril cochambroso y con olor a moho, restos de colillas en el baño y con ventana, sin mosquitera, a un ruidoso y cochino callejón. Es lo que hay. Sin embargo, Kota Ternate es una ciudad bastante agradable, ubicada en la isla del mismo nombre, isla que no es más que un volcán gigantesco, separada por unos centenares de metros por otra isla, Palau Tobelo, con idéntica morfología. Las mezquitas llaman a la oración y la gente no para de saludarnos, hacerse fotos con nosotros y pedirnos que se las hagamos a ellos. Encontramos una pizzería y nos la jugamos, pues no os podéis imaginar lo cansados que estamos ya de la cutre-comida indonesia. A parte del exquisito sabor a queso de verdad y el disfrute de la pizza de Ternate, poco más que contar, de momento, sobre esta ciudad que dejamos para el final de nuestro recorrido por el norte de Maluku.

 
El polvo de Tobelo

No, os vamos a contar nada de nuestra vida íntima, no os flipéis. Tras un par de horas de ferry y cuatro en un coche, llegamos a la ciudad de Tobelo, de la que sabíamos está rodeada de islas deshabitadas pero nada más. De lo demás no teníamos ni idea, como, por ejemplo, que está cubierta de un polvillo gris-negruzco que te deja los pies llenos de mierda, que está petada de ratas como conejos y que los mosquitos forman una población más que numerosa. Queríamos llegar a una zona para descubrir, no para ver si era verdad o mentira lo que nos habían contado, ver por nuestros ojos una zona de la que no nos hemos podido crear expectativas, porque para ello, necesitas esperar algo. Queríamos poder contar historias de algún lugar que pocos (o mejor nadie) conociese. Pues toma historia. Llegamos al Hotel Regina y el simpático recepcionista de nombre Gloria (no hay confusión de genero, es tal cual), nos pide hacerse una foto con nosotros, en la entrada del hotel, junto al reló de la abuela y junto al cuadro de la meca, porque nuestro amigo Gloria, además de llevar pantalones ajustados y andares de modelo también es musulmán.

Las sorpesas empezaron en la cena. Un taxista de ventor, otra especie de tuk-tuk, nos invita a cenar y terminamos hablando con un chaval que trabaja en el banco sobre la posibilidad de ir a su casa en una isla de esas guapas guapas el fin de semana. Antes nos encontramos con un hombre que está comenzando con un proyecto junto con un australiano y hacen buceos en la zona, incluido un volcán sumergido. No empieza mal la cosa. Nos vamos a dormir ilusionados mientras nos frotamos la mierdecilla negruzca de nuestros pies. Y empieza el ruido, nos dormimos y nada más y nada menos que a las cinco de la mañana, nos tocan la puerta con el desayuno. Da igual que lo expliques, saben el mismo inglés que la rata que sube y baja las escaleras de la parte trasera del hotel. Para rematar, una hora más tarde, Gloria vuelve con la bandeja. Menos mal que no entendía los insultos.

Evidentemente buscamos otro alojamiento, pero no hay suerte, o son más caros y sucios, o están llenos y huelen mal. Es menos mala de las opciones y claudicamos, habrá que explicarles que a los guiris no nos mola que nos despierten a esa hora con un plato de arroz con pescado. Y lo entendieron, pero los ruidos son los ruidos y los indonesios son así, ya os lo contamos. IMG_3803La sorpresa del día destinado a prepararlo todo fue cuando miramos hacia el volcán (aquí cada pueblo tiene el suyo y la mayoría activos), ligeramente despejado de nubes y con la boca abierta comprendemos porqué todo está lleno de ese polvo. Una nube gris y negra se expande hacia arriba y crece lentamente, de forma casi imperceptible. El volcán vomita a diario esa tierra, fina como la harina pero negra como el carbón. De repente recordamos donde estamos, es Maluku, en Indonesia, no es Benidorm.

Hacemos snorkel en la Black Beach, con arena negra negra negra y un buen arrecife que casi nadie conoce y esperamos a que Esther expulse las mucosidades del aire acondicionado del hotel de Bitung para bucear tras hablar con Jono, el australiano. Pero llega el día previo a las inmersiones y nada. Para colmo de males, el chaval con el cual nos íbamos a ir a su isla no aparece y el intercambio de mensajes desespera. Un poco frustrados buscamos una oficina de información turística que han escondido muy bien para que nadie la encuentre, bien lejos de la ciudad. Obtenemos el teléfono de Mr. Jus, un Dive Master y decidimos ir a visitar un pueblo junto a un lago cercano. Cinco días con Gloria en el Regina Hotel, junto con el polvo negro, hecho barro tras las lluvias, es demasiado tiempo para estar allí. A veces parece que los planes no quieren salir.
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Danao Duma

Tras hablar con Mr. Jus (a partir de ahora Sr. Zumo), reconstruimos planes. El primero de ellos es un hotelito cerca del lago Duma en el pequeño pueblo de Sokonora, al que llegamos en cuarenta minutos. Otra habitación cochambrosa y llena de mosquitos. Ponemos mosquitera y vemos como la gente cría a los peces en el lago. La habitación es cutre pero la ventana está literalmente encima del lago y las vistas son una pasada. IMG_3857Ya en Tobelo, la atención que nos prestan los indonesios había cambiado. Somos el centro de atención, todos nos saludan y se les ve felices cuando intercambiamos las cuatro palabras que conocemos en su idioma. Es increíble cruzarte con un tipo que está sentado, fumando y con cara de malo de película, mirarle, sonreír y saludarle, para ver como su expresión cambia hasta la sonrisa más espléndida y complacida. En Tobelo llegamos a contar un total de 72 “hello mister”, sin incluir otros saludos o comentarios (pero incluyendo un “hello sister”¿?). No es el día en el que más veces nos lo han dicho. Pero Sokonora rizó el rizo. Salimos a pasear y vemos como los niños son menos decididos, se esconden a nuestro paso. La gente saluda pero todos, absolutamente todos, se quedan mirando con caras extrañas. Si hubiésemos sido dos alienígenas verdes con tres cabezas no habrían reaccionado de otra forma. IMG_3869Los niños huían cuando les saludamos, e incluso dos señoras salieron corriendo cuando Javi fue a enseñarles una foto que había hecho a unos niños. Rematamos cuando, sentados a la sombra en un banco, un hombre que salía de rezar se acerca a hablar con nosotros y, en ese instante, los niños pierden el miedo y se acercan. Cerca de treinta chicos y chicas que salían de la mezquita se agrupan a nuestro alrededor (los chicos al lado de Javi y las chicas al de Esther). Se ríen nerviosos, juegan entre ellos y volvemos a tener la sensación de ser celebridades. Esther saluda a una niña y la reacción, ante ese gesto, es salir corriendo y desaparecer entre las casas. La sensación de celebridad no es nada. Nosotros somos el centro de atención, somos los turistas pero el objeto turístico somos nosotros, es increíble y nos maravilla, nos asombra y, por supuesto, nos abruma.
Pero esto no fue todo, para no enrollarnos más, en Sokonora. Por la tarde salimos hacia el lado contrario, que es el cristiano. Es una curiosa separación, que no parece tener más trascendencia, pues al preguntar resulta que las familias están mezcladas entre ambas religiones y la convivencia, desde hace unos diez años, es pacífica. Por lo que podemos entender antes de esta paz los problemas entre ambas religiones eran muy graves y en toda la zona de Halmahera Utara (la isla donde estamos) los conflictos eran habituales, quemando iglesias y mezquitas, matándose entre ellos y demás. IMG_3900Pero eso es el pasado y salvo los políticos que siguen usando la religión como medio para su egoísta fin, la gente vive en paz y se la pela completamente el credo de su vecino. Volviendo a nuestra visita al lago, terminamos la tarde sentados en casa de una simpática señora, llamada Rinchel, tras habernos bebido y comido un par de cocos, de nuevo rodeados por todo el que pasó y se quiso quedar, tomando té y pastas, fruta y charlando con Rinchel que algo de inglés sabe y está de lo más contenta contándonos el viaje que hizo, años atrás, a Holanda. Esther termina con un colgante que le regala a pesar de nuestra insistencia de que no era necesario. Nos prometemos volver con un par de fotos impresas al día siguiente para regalárselas pero atentos por la desconfianza que nos crea tanta amabilidad.

Pero en este pueblo hay que rendirse a la gente. Cuando encontramos quién nos imprima las fotos y, lo hace, tras enseñarnos las suyas, nos hace fotos con su mujer y con su nieta y salimos de la casa con nuestras fotos, las que nos ha hecho él como regalo, y con un tapper lleno de galletas caseras que ha cocinado su mujer. Por cierto, llegamos a esta casa en moto, la que nos dejó, completamente gratis, una mujer a la que preguntamos donde se podía alquilar una para visitar el lago (por supuesto se la devolvimos con bastante más gasolina que cuando nos la llevamos). Cuando le damos las fotos a Rinchel se alegra enormemente y nos dice que dos niñas nos quieren llevar un pastel para desayunar en el hotel. Como parece ser que eso es a las cinco de la mañana, les decimos que nos pasamos nosotros y el lío termina con una invitación a comer antes de salir del pueblo de vuelta a Tobelo. Por cierto, la vuelta al lago rodeado de selva, preciosa, pero aquí toca hablar de la gente.
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Preparamos mochilas para la vuelta y nos vamos a casa de nuestra amiga. Mientras Javi se queda comiendo cacahuetes (cortesía de algún vecino), Esther se va al final de la misa y después a rezar con las señoras del pueblo. Comemos con Rinchel, le damos un libro en inglés que no queremos por si le sirve de algo (es profesora) y nos lo agradece como si le hubiésemos regalado el apartamento del 1,2,3 en Torrevieja. Lejos de pedirnos nada, nos dieron toda la hospitalidad que se puede esperar y mucho más. Dejamos Sokonora maravillados por la gente que aún no ha sido corrompida por el deseo del dinero del turista, que no quieren nada más que tu compañía, tanto como nosotros la suya y, en resumen, hacen de esta parte del viaje algo más que inolvidable.

 
Spanyol empat, Itali noll

Y volvimos al Regina Hotel. Pero no somos masocas, hay una razón. Ni más ni menos que la invitación del Sr. Zumo para ver el partido en su pueblo, donde ponen una pantalla gigante para verlo en directo, a las cuatro de la mañana hora local. Y es que los indonesios están de lo más flipado con el futbol. Desde que comenzó la Eurocopa las banderas de los países participantes ondeaban en todas partes, se pintaban en fachadas y se colgaban de los bemos. Pegatinas con los colores de los países se colocan decorando todos los vehículos, desde motos a camiones. Pero la alemana y la española predominan. Lo curioso es que algunas van desapareciendo conforme los equipos son eliminados, multiplicándose las de los ganadores hasta que solo se veían la española y la italiana. Cuando un indonesio te mira y te dice: ¿derimana? contestas: spanyol, ante lo cual empiezas a escuchar los nombres de la alineación. Les encanta el futbol y no se pierden un partido.
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En fin, que el Sr. Zumo nos recoge a las dos de la mañana, tras haber dormido tres miserable horas y nos lleva con un colega en moto hasta su pueblo, de cuyo nombre nos es imposible acordarnos, donde unas cincuenta personas esperan el comienzo del partido. Y lo que viene después lo sabéis tan bien como nosotros, lo que no sabéis es que esta peña se volvía loca a cada gol, terminaron cantando el campeónes, campeones, oe oe oeeee!!! con nosotros y, no sabemos si por ser guiris, del país ganador o porque les caimos bien, no pagamos ni un duro por los cafés, el ginger jus y los plátanos fritos que no paraban de traer. Culminamos viendo como una caravana de motos y bemos con banderas de más de dos metros (españolas, claro) se pasean por la carretera gritando y pitando. Vamos, como en casa aunque un poquito acojonados cuando se ponían a gritar, menos mal que no beben alcohol porque si no en lugar de ver el partido habríamos terminado escondidos tras una platanera.
 

Pulao Kakara

Y con la euforia futbolística, flipando por el ambiente y por, como no, colarle cuatro goles a los italianos (creemos que la nariz de Luis Enrique habrá terminado de sanar con esto), nos pillamos el bote a la cercana isla de Kakara, donde del Sr. Zumo regenta un hotelillo en el cual nos hace un precio muy bueno incluyendo las comidas. A ver si en la isla podemos dormir porque solo en los lugares para guirs se puede descansar como es debido. Pero no, que mala suerte que durante dos días tenemos a un grupo de niños, mezcla de boy scouts y juventudes cristianas y, con un rollo paramilitar de lo más chungo, haciendo el gilipollas día y noche. IMG_3967Pero la isla es para flipar y al final se van. A las doce del medio día, el arrecife de coral que rodea una parte de la playa se queda completamente al descubierto al bajar la marea. El snorkel es una pasada y, la playa también. Lástima que, como todos los lugares de uso turístico de indonesios, está bastante sucia, aunque solo una parte. El lugar es precioso, palmeras, árboles y todo eso, la arena no es blanca pero el paisaje es genial. Asombra estar en la playa, viendo el coral fuera del agua, con una isla virgen a un lado y el volcán que os comentábamos tirando humo, ceniza y tierra. Esta parte es de lo más salvaje, dentro y fuera del agua. El día que queríamos bucear, el Sr. Zumo, al más puro estilo indonesio llega super tarde y decidimos dejarlo para el día siguiente. Para compensar nos lleva a otra isla a hacer snorkel gratis. Y esa pequeña isla nos la compraríamos para vivir en el paraíso. Arena fina y más blanca y con un arrecife de coral precioso en el que Javi, bajando unos metros, encontró un tiburón de punta de aleta blanca. Terminamos el snorkel de noche y volvemos al “resort” a comer verduritas cocinadas por la más que simpática familia que cuida el garito.
 

¿Alguna vez has buceado sobre el cráter de un volcán?

Tal vez está feo decirlo así, pero es que para seguir flipando, flipamos en esta inmersión. Tres cráteres pequeños, a 12, 22 y 27 metros, que sueltan un agua de lo más calentita, desfigurando la visión y conformando, junto a la roca volcánica, el lugar con más color que jamás hemos visto. Anémonas violetas, corales verdes, azules y blancos perfectos, de una intensidad bestial. Docenas de nudibranquios (unos bichos pequeños y con muchos colorines que nos molan mucho en este modo friki acuático en el que nos hemos metido). Pocos peces pero lo que importa es el color, y el calor del agua que sale entre rocas y corales, junto con la visión de los pequeños cráteres. Tras esto, comemos en una playa de lo más bonita y nos hacemos otra inmersión, en un muro plagado de nudibranquios y con un coral decente.

Pero no olvidemos una cosa, estamos en el culo del mundo y aquí las cosas son como son. El barco son cuatro maderas clavadas y pintadas que hace un ruido del infierno. Hay que equiparse en el agua porque en el barco apenas cabemos. El Sr. Zumo tiene menos flotabilidad que los plomos de su cinturón y, tras preguntarle los datos de la inmersión, comprobamos que el muy cenutrio ni tan solo lleva ordenador. Está bien eso de no usar ordenador en dos inmersiones a casi 30 metros, con corrientes (eso si, no muy fuertes), y con la cámara de descompresión más cercana en… bueno, en Manado, suponemos…
IMG_0507Terminamos los días en Kakara visitando el pueblo en compañía de un señor muy simpático al que Esther conoció en la playa, mientras andaba sola, y que apareció entre las palmeras con un machete y preguntando: “Can I talk with you?”. En España habría salido corriendo y gritando algo así como “¡a mi la Guardia Civil!”, pero aquí no hay de que preocuparse (casi nunca) y estas historias terminan con experiencias de lo más agradables, o lo que es lo mismo, tomando café en su casa y recibiendo como regalo la concha de un nautilus (bicho muy grande y muy difícil de encontrar).
 



Sultanatos volcánicos


IMG_3980Y toca volver a Ternate. Tanto Ternate como la vecina Tidore fueron sultanatos independientes, a diferencia del norte de Halmahera son de mayoría musulmana y, como os decíamos, las dos tienen en medio un pedazo de cono de volcán cubierto de selva. Llegamos de noche y de nuevo todo full. Nos damos un descanso y vamos a un hotel de verdad, porque la otra opción es una de las peores habitaciones que hemos visto en todos estos meses (y mira que tiene que estar mal para superar a India). Al día siguiente nos mudamos a otro lugar del que nos fuimos a la siguiente mañana porque no nos llegaron a dar las sábanas tras un continuo, preguntar y obtener como respuesta el luego… Y es que aquí no hay casi turistas. En tres semanas vimos a una pareja de escoceses, de la que ya nos habían hablado y a un par de australianas que trabajan en una ONG y sus amigos. También nos dijeron, en el tercer hotel de Ternate, que había pasado otro bulé por allí. Poca información, todo muy difícil de organizar y hacer, nadie habla inglés y los hoteles son muy cochinos y de lo más ruidoso. A cambio obtenemos toda la atención de la gente, mil sorpresas y la satisfacción de haber llegado a lugar totalmente desconocido y haber descubierto cosas maravillosas y una gente que lo supera todo. Alquilamos una moto para conocer Ternate y dejamos Tidore porque estamos cansados. El norte de Maluku ha sido mejor de lo que esperábamos pero estamos agotados, necesitamos relajarnos y para eso nada mejor que coger un vuelo interno y dirigirnos al sur de Sulawesi, a una de esas zonas chulas petadas de guiris y, por lo tanto, hipercómodas.
 

Tana Toraja

Y en una horita y media nos plantamos en Makassar, la capital de Sulawesi, para hacer un poco de tiempo y pillar un bus nocturno hacia Rantepao, en el corazón de la cultura Toraja. Y posiblemente os preguntéis que tiene de especial esta cultura. Pues son grupo, para nuestra sorpresa de mayoría católica y minoría musulmana que construye unas casas con un tejado de lo más característico para, según nos contó nuestro amigo Amser, recordar que llegaron en barco, cientos de años atrás, a estas tierras. Pero si hay algo que mueve a hordas de turistas a dejar sus resorts en Bali y venir hasta aquí es la posibilidad de asistir a sus rituales funerarios. Os contamos como lo descubrimos porque hacerlo de otra forma sería mentir conscientemente, así que si algo de esto no es preciso es mentira inconsciente.

Llegamos al hotel recomendado por Ruth, la amiga canaria que no es la que vive en nuestra casa, para los despistados. Como son las seis de la mañana tenemos que esperar a que dejen libre la habitación, así que nos aseamos y nos vamos en bemo a Siguntu, que no Sagunto, porque nos han dicho que allí hay un funeral grandote. Pasamos de los guías porque aquí, como buena zona guiri, dan unos sablazos espantosos y no llevamos meses ahorrando y gastando poco en el viaje como para desparramar. Llegamos al lugar de la ceremonia y tanto las constrIMG_4031ucciones típicas de los Toraja como el ambiente nos sobrecogen. Mucha gente, más búfalos y cerdos que personas, música y un tipo gritando cosas en la lengua local por unos altavoces. Subimos por unos escalones y nos maravillamos con lo que, minutos después, nos dijeron que es la recepción de una parte de la familia. Las ceremonias duran unos tres días según nos habían dicho, esta en concreto duró nueve. Llegamos el último día de recepción. La parte de la familia recorre el centro del recinto en fila, siguiendo a tres hombres disfrazados que danzan y de un señor muy serio, con dos niñas caracterizadas como las princesas de Star Wars y de una mujer que canta, mientras un numeroso grupo de personas toca un ritmo con cañas de bambú. Impresionan los colores, la música, los vestidos y la ceremonia, distendida y solemne al mismo tiempo. Tardan poco en invitarnos a un café y después a unos dulces, seguimos paseando y unos niños bien majos que habíamos conocido nos hacen subir a la parte de edificación que ocupa su familia. Allí conocemos a Amser, nieto del difunto, que nos da de comer y beber, nos lleva a un lugar privilegiado para disfrutar de la pelea de búfalos (disfrute que es posible gracias a lo poco violento de la pelea, no imaginamos animal más manso… bueno si, las tortugas, pero las tortus son las tortus) y nos presenta a familiares entre explicaciones y respuestas a nuestras preguntas.

Nos llama la atención la barbaridad de dinero que gastan en la ceremonia. Mientras los familiares representan su recepción, trabajadores llevan las ofrendas de esa parte de la familia. IMG_4049Búfalos de hasta 7000 o 9000 euros y cerdos de precios astronómicos. Se gastan un dineral en construir los edificios de bambú donde comerán y descansarán los cientos de invitados y familiares durante la ceremonia. Una auténtica ostentación de poder económico. Un derroche. La suerte quiso que tras este primer día, volviendo andando y hablando de lo que habíamos visto, nos parasen y nos invitasen a otra ceremonia. Esta era distinta. En el caso de la grande, el difunto llevaba casi un año muerto, pues necesitan mucho tiempo para organizar tal evento y para ahorrar dinero. En esta segunda el hombre murió tres días antes y la familia se había reunido para pasar un día juntos. En el primer caso, pertenecen a la nobleza de los Toraja. En el segundo, tan solo gente normal y corriente. Lo que tienen en común es las ganas de recibirnos, en un evento que en nuestra cultura es solo para la familia, sorprendiéndonos las ganas que tienen de hablar contigo y de ser hospitalarios.
 
IMG_4161Al día siguiente volvemos para ver la parte más llamativa. El sacrificio de los búfalos. En la vida hemos visto ni veremos más sangre que aquí. Directamente levantan el hocico del manso animal y con un cuchillaco le dan un tajo en la garganta, con la consecuente estampida del búfalo y el reguero de sangre. Cuando llegamos ya habían sacrificado a la mayoría. Los animales muertos se acumulan para ser despellejados, descuartizados y su carne repartida entre los familiares y los trabajadores que hacen la faena. Teníamos la esperanza de que nos invitasen a un buen chuletón pero falló… no siempre se nos concede lo que queremos, aunque si casi siempre. Nos despedimos de Amser que dice espera vernos cuando volvamos a Makassar.

Los demás días los dedicamos a recorrer en moto los alrededores de Rantepao. Unos paisajes preciosos en los que se alternan las palmeras, árboles, ríos, terrazas de arroz, las preciosas construcciones toraja y bloques de roca negra en los que se cavan nichos para algunos de los entierros. Intentamos volver a probar suerte por si nos invitan a búfalo en otra ceremonia que encontramos pero no hay suerte. En el restaurante que hay frente al hotel es más fácil y así lo hicimos. Nos detenemos a charlar con la gente que construye las casas, con los que las habitan, con todo aquel que se presta, como siempre. Hacemos fotos y volvemos para ducharnos y cenar. Hacemos el guiri, aunque a nuestro estilo, y lo disfrutamos.
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Final de Indonesia. Episodio I

Y de nuevo bus nocturno, en el que mientras intentamos dormir y les da por poner la música a las dos y media de la mañana, nos descubrimos imaginado trocear al menda del radiocasete con uno de los cuchillos toraja. Llegamos a Makassar. El día anterior le habíamos mandado un sms a Amser, por hacer algo hasta la hora de comer, antes de ir al aeropuerto. Y de nuevo la hospitalidad indonesia nos deslumbra. Nos recoge a media mañana, nos lleva a su casa y charlamos hasta la hora de comer. Por supuesto nos invita, nos imprime las tarjetas de embarque y nos lleva al aeropuerto. Nos despedimos con la esperanza de que algún día pueda visitar España y le podamos devolver el estupendo rato que nos ha brindado.

Dejamos la primera parte de Indonesia. Dejamos Sulawesi y Maluku. Dejamos una de las zonas más espectaculares de nuestro viaje por todo lo que nos ha ofrecido. Nos llevamos imágenes de volcanes, tortugas, islas y montañas. Nos llevamos, sobre todo, el recuerdo de mil caras que nos devuelven una sonrisa, de docenas de personas que nos han hecho sentir el centro del mundo, que nos han hecho sentir especiales. Nos marchamos de esta parte del planeta orgullosos de nosotros mismos por lo que hemos hecho, por lo que estamos haciendo.

Volveremos en un par de semanas a la parte más turística y sentimos que va a ser diferente. Ahora volvemos a poner nuestra mirada en Malaysia, en lo que nos queda. La última etapa de nuestro viaje la marcan las visitas. En Kuala Lumpur, hacía donde volamos mientras escribimos este tocho de entrada (creemos que merece la pena), nos esperan Paco y Esther. En breve seremos más. Tenemos ganas de compartir historias y viaje con amigos y, como os podréis imaginar, nuestros aguerridos lectores, nos traen jamón y queso. Tiempo atrás quedó la visita de Amanda y Águeda con aquella maleta llena de ilusión y embutido. En unas horas comeremos queso y, lo mejor de todo lo volveremos a hacer en buena compañía.
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