1 de agosto de 2012. Nunca hemos tenido vacaciones en estas fechas. Nunca lo hemos querido. Vuelos caros, sitios llenos, etc. Pero lo dicho, vamos al epicentro del turismo playero-dominguero mundial, Bali. Llegamos al aeropuerto de Dempasar con la comodidad de saber que Paco y Ester, que volaban el día anterior, nos han vuelto a reservar habitación, igual que cuando llegamos a Kuala Lumpur. Le pillamos el gusto a esto, estaría muy bien poder mandar a alguien un día antes para que te buscase hotel y se ubicase en la ciudad. Empiezan nuestras vacaciones de verano, ¡chupi!
Kuta tiene tres partes. Desde lo alto de un edificio, preciosos templos, bonitos techos de teja, a diferencia de la omnipresente chapa metálica de toda Asia, y un bonito cielo azul. Bajo esa línea, calles llenas de taxistas pesados, agencias con precios insultantes, guiris con motos haciendo el macarra, más y más guiris con tablas de surf y todo ese conjunto, medio monstruoso, medio claustrofóbico que hace que te preguntes porqué todo el mundo quiere venir aquí. Será por la playa. Vamos a la tercera parte, la playa. Error. Grande, con arena rubia grisácea normalucha, llena de guiris, cuatro palmeritas y arbolitos, gente haciendo masajes, etc… de verdad que no entendemos porque Kuta está tan lleno. Para colmo, por la noche las discotecas y su personal invitan a entrar y beber, más guiris borrachos y las típicas escenas lamentables de los que se han pasado con las copas. Menos mal que al día siguiente llega Cachi y nos vamos directamente al norte de la isla, a Tulamben, donde Mery y Jonathan, recién ascendidos a la categoría de Dive Master, nos esperan (quien no se acuerde que busque en las entradas de Filipinas cuando estuvimos en Siquijor).
Pero a lo nuestro. Tras mucho tiempo nos encontramos con Cachi, en el aeropuerto de Bali. Estas cosas son fascinantes. Directamente nos enfilamos hacia Tulamben parando en un supermercado para comprar un par de chuches. En dos días hay algo que celebrar.
Dive, dive, dive… y mucho más
Poco más que eso hay que hacer en Tulamben. Salvo que vayas a estar ahí el 3 de agosto en compañía de Esther. Llegamos y nos reencontramos con Jonathan y Mery, los primeros amigos del viaje con los que nos reencontramos, tras habernos reunido con Cachi y cuando nos habíamos habituado a la compaía de Ester y Paco. Este viaje ha tenido cosas muy grandes, pero volver a estar en compañía de amigos tras tanto tiempo los dos solos es otro viaje en si. Entre risas y charlas sobre nuestras vidas en los meses pasados organizamos los dives del día siguiente. Y el día fue grande.
Y el día siguiente un par de inmersiones más, repitiendo el buceo en el barco, que no es para menos. Que gusto da poder hincharse a bucear. Y es que los buceos en esta zona tienen un precio genial y lo aprovechamos. Además Javi, por pesado, se saca un dive gratis al día siguiente, pudiendo acompañar a Jonathan y Mery en la última inmersión de su viaje, que toca a su fin. Paco ha podido disfrutar de la buena visibilidad en la zona, lo que se nos negó en Perhentian. Cachi descubre el buceo en aguas tropicales y toda la vida que se encuentra bajo el mar. Por si fuera poco, Ester (la de Paco) se anima a hacer un Discover Scuba Dive y lo hace a lo grande. Nada más entrar en el agua para practicar el primer ejercicio (el de llenarse la máscara de agua y vaciarla), su instructor y Paco flipan cuando, en lugar de hacer el ejercicio, dice que no y señala. Empiezan a pensar que no es lo suyo hasta que comprenden, se giran, y ven un tiburón. La leche.
Palacios y templos
Aquí descansamos, solo algunos, porque Paco no se quiere ir a casa sin subir un volcán y Cachi está ávido de montaña. Los dos le echan valor y, primero se pelean por toda la ciudad con las agencias, lo que a nuestro juicio es más duro que llegar al campo base del K2. Después se van a las doce de la noche porque han de
cidido subir al Agung, de más de 3000 metros, y se tienen que pasar toda la noche pateando. Lo consiguen, vuelven hechos mierda pero contentos. Javi, Esther y Ester solo se pasean por las terrazas de arroz y se relajan. Por la noche nos vamos a ver el Kecak, una danza extraña que descubrimos en la peli-documental de Baraka y que teníamos ganas de ver. Pues eso, que de vez en cuando también apetece hacer el turista y dejar el rollo viajero duro por un rato. Ubud se presta y es un buen sitio, con comida occidental a precios razonables y este tipo de cosas para guiris.
El último viaje al este
Y llegó el día, casi sin darnos cuenta, en el que Ester y Paco nos dejaban, para pasar los últimos días de su viaje en Kuala Lumpur. El día anterior fueron Jonathan y Mery. No olvidaremos los días pasados con ellos, igual que no olvidaremos el queso que Paco nos dio cuando llegamos a Kuala Lumpur ni el queso fresco y los yogures que Mery y Jonathan nos regalaron en Filipinas. Todo el día pensando en comida, es lo que toca en la maravillosa Indonesia. Divagaciones culinarias a parte, nos separamos de nuestros amigos. Cachi y nosotros dos ponemos rumbo a Lombok, hacia el este, por última vez. Cuando lleguemos a Flores solo quedará ir hacia el oeste, no para encontrarnos con Clint Eastwood, si no porque ya toca y no hay más tiempo para seguir viajando hacia donde sale el sol.
Cachi comienza a disfrutar de la experiencia de viajar en barco por Indonesia. Esas cosas como que el ferry llega al puerto, tras cuatro horas, y se queda una hora más flotando plácidamente a pocos metros del puerto, esperando a que le dejen hueco para “aparcar”. Disfrutando de cosas como que un grupo de delfines comience a danzar y saltar junto al ferry (algo que hasta el momento no habíamos disfrutado en el viaje). Llegamos a Lombok y continúa la pesadilla de transportistas y de agencias que te quieren vender la moto, el coche, el barco y una nave espacial si pueden, todo ello a precio guiri, of course…
No teníamos pensado pasar mucho tiempo en Lombok, tan solo el necesario para organizar una excursión en barco hasta flores, con paradas para hecer snorkel y, por supuesto, en el Parque Nacional de Komodo. Negociamos un bemo y nos vamos a Mataram, la capital de la isla. Ciudad Indonesia sin más, con un bonito hotel y sin peña que nos atosigue por la calle. Poco que hacer pero ya es de noche para seguir. No encontramos más información sobre el cutre crucero que queremos hacer y nos marchamos a Sengigi, zona playera para extranjeros donde seguro podremos contratar el barquito. Y así lo hicimos, parando un par de días para ir a la playa y, en compañía de dos valencianas que habían alquilado un coche, hacernos una excursión a las playas del sur. Nada de otro mundo pero Javi disfruta de la sensación de conducir un coche por Indonesia, por la izquierda, al más puro estilo del país. Mola.
Crucero a la indonesia
Un crucero, para nuestros bolsillos, en Indonesia, no exactamente lo que se puede esperar de lo que imaginas cuando te dicen crucero. Un crucero en Indonesia es un barco de madera, donde meten a 24 guiris durmiendo en colchoncitos en el suelo, se come mucho arroz, solo hay un wáter y se mueve lo que no está escrito con la más mínima ola. Pero se pasa muy bien.
Las paradas en una cascada, en una isla para subir a una montañita, en diversos arrecifes para hacer snorkel y esas cosas estuvieron bastante bien.
La comida sin ser una maravilla estaba buena (con el omnipresente arroz) y la cantidad suficiente (salvo cuando hubo pollo, pues llevaban dos que sirvieron para dos comidas, haced el cálculo de a cuanto tocamos si nos comemos un poyo entre 23). No vimos mantas-raya pero disfrutamos de los dragones, sobre todo en Rinca, donde nos fuimos los españolitos a hacer el trekking corto y el resto del barco a uno más largo, pudiendo ver a hembras cavar para sus nidos y a un dragón juvenil posando para nosotros. El resto de bichos los ves en el restaurante porque, según dicen los guías del parque, van al olor de la comida aunque nadie los alimenta, cosa de la que nos cabe una razonable duda. El caso es que las islas, tanto Rinca como Komodo, están petadas de monos, ciervos, jabalíes y demás presas para el bicho más antiguo sobre la faz de la tierra. Hablando de los lagartitos, son una pasada. Como se mueven, la piel, las garras y el resoplido que de vez en cuando dan. Acojona su tamaño y el hecho de saber que si te muerden casi seguro que te mueres, por las bacterias y el veneno, en breve. Para tu tranquilidad a la entrada de Rinca hay una lista de los ataques, 18 en los últimos diez años, con tan solo tres muertes en el acto… que bien…
Terminamos el crucero y llegamos a Labuan Bajo, en Flores. Queríamos bucear, nos habría gustado conocer el interior de la isla, llegar al este para subir al volcán Kelimutu y demás. Pero no hay tiempo, tenemos que volver a Bali a recoger a Sonsoles y quedan pocos días. Salir de Flores a Bali es complicado, hay que atravesar Sumbawa y Lombok y el transporte es lento y cutre. La opción de un “transfer” organizado es cara, pues aquí también cobran barbaridades por todo a los turistas y más teniendo en cuenta que en dos días es el día de la independencia Indonesia y en cuatro el fin del Rambadán. Pero la suerte (ya juzgais si buena o mala), quiso poner un barco de la Pelni dos días después de nuestra llegada con destino al puerto de Dempasar, en Bali. Ahora hablamos de ello. Aquí en Labuan Bajo poco que hacer, no hay tiempo para bucear, que pena, porque nos habían hablado muy bien del buceo aquí (aunque también teníamos en cuenta que las inmersiones son difíciles por las corrientes). No hay tiempo así que nos aprovisionamos y nos preparamos para las treinta horas de barco que nos esperan. Ya habíamos viajado en la Ekonomi de la Pelni, pero con el bonus de la madre de Melinda (en nuestros comienzos por Indonesia) y habíamos jurado que nunca más. Pero en estas latitudes, nunca se puede decir jamás, porque como es el caso, la mejor opción que teníamos era esta, y nos consideramos afortunados por romper nuestra promesa. O al menos eso pensábamos.
Si hubiese transporte público en Mordor, lo llevaría la Pelni
Habíamos dicho que teníamos suerte pues el billete en el barco de la Pelni es relativamente barato y nos ahorraba unas treintaicinco horas de ferries y buses cutres. Pero cuando llega el barco, con ocho horas de retraso tras habernos levantado a las tres de la madrugada, empieza el espectáculo. Al principio ves como la gente se acumula en el embarcadero, pero cuando vas a pasar un policía te dice que no puedes, que la puerta se abre a las diez. Que le digas que hay dos mil personas dentro no importa. Pero la gente se cuela y el poli para a quién le da la gana. Montamos una estrategia. Javi con tan solo la mochila pequeña para ir ligero ha de colarse y encontrar hueco para pasar las treinta horas de viaje.
Después, con más calma, Esther y Cachi irán a buscarlo con los bultos. Javi se cuela cuando el poli abre la puerta y deja pasar a unos cuantos (el sabrá porque). Pasemos a primera persona. Me coloco en un lugar estratégico donde parece que van a bajar una de las dos pasarelas. El barco llega petado, hay gente hasta en los botes salvavidas. Tras cuarenta y cinco minutos al sol, entre docenas de indonesios ansiosos por subir, disminuye el fluyo de gente que sale cargada con mil bultos. Por la otra pasarela ha empezado a subir gente y el ambiente está tenso. La gente empieza a empujar y cuatro policías nos paran, hasta que no pueden y salto a la pasarela, me cuelo entre un sobaco, una caja de cartón y la barandilla. Como animalicos conseguimos subir a la cubierta y empieza la búsqueda de una superficie en las salas de la Ekonomi Class. Todo lleno hasta que al final, cerca de la proa, encuentro hueco para tres o cuatro personas (habíamos conocido a Ricardo, de Palencia, que iba a compartir nuestro trayecto en el barco). Entre un par de familias me ayudan a guardar el sitio y además no hay nadie fumando, el calor no es infernal y no huele mal pues no hay aseos cerca. Ha merecido la pena.
Vacaciones estilo balinés
Llegamos tarde, intentan clavarnos por el transporte, pero encontramos una furgonetilla que nos lleva a Sanur, junto a una pareja de franceses que venían en el barco desde Sulawesi, con tres días y dos noches. Ole sus cojones. Empezamos a buscar alojamiento y es caro. Pero a veces, solo a veces, te toca el gordo. Esther buscando habitación llegó a una casa donde tenían habitaciones. Nada más verlas se da cuenta de que no son para nosotros. Efectivamente le dicen que cobran 150 dólares por noche. Pero no hay nadie y le ofrecen por la doble 250.000 Rps., unos 23 euros. Pasamos la noche con Cachi compartiendo una habitación y aprovechamos la oportunidad al día siguiente.
Toda una odisea lo del viaje en barco,jejeje!!! Y vuestra foto en la piscina como unos senyores, sin palabras, jejeje!!! Disfrutar mucho de la companyia.
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