En el último capítulo de nuestra aventura filipina, dejamos bien claro que algo nos estaba fallando desde nuestras expectativas hacia este país. La playa. No terminaban de molar, siempre había algo que las fastidiaba. Pero llegó Siquijor. Por recomendación de nuestros amigos de Dauin y, tras disfrutar y dormir en la playa de Apo, llegamos a Dauin, empaquetamos y directamente nos vamos a Dumaguete para coger un barco a la isla de Siquijor. Y no esperamos ante la perspectiva de falta de barcos en Viernes Santo pues, no olvidemos que aquí la Semana Santa se celebra y, además, coincide con sus “vacaciones de verano”, llenando todo de turistas nacionales y con muchas cosas cerradas por los festejos. Esta pequeña isla al sur de las Visayas, poco conocida por el turismo extranjero, es famosa por sus brujas y sus aceites y pociones con poderes mágicos. Un buen rato pasamos escuchando historias de terror sobre las cosas que pasan en esta isla. Pero bueno, si no paseas por cementerios de noche y saludas cordialmente a todas las ancianas parece ser que no tienes problemas. Y nos fuimos, y llegamos, como siempre.
Y así pasa el tiempo, sin que te des cuenta y sin que te importe. Pero un viaje es un viaje, quedarnos sería otra cosa y tras tanta conversación de buceo, nos apetece muchísimo volver a enfundarnos el equipo y meternos bajo el agua. El próximo destino, Malapascua, al norte de la isla de Cebu, donde nos habían recomendado ir desde un principio por sus playas y sus inmersiones.
Un poquito más de playa, por favor
Dejamos The end of the world y continuamos rumbo al norte, comenzando con un barco nocturno que muy cómodamente nos dejaría a las seis de la mañana en Cebu, la segunda ciudad del país. Como gran ciudad que es, para nosotros solo cuenta como punto de unión entre transportes, así que llegamos y nos vamos, en un bus hasta Maya, donde cogemos el bote que nos lleva a la isla de Malapascua.
Nada más llegar comprendemos porque nos habían hablado de ella. Una isla plana, pequeña y rodeada de playas de arena blanca con palmeras. Dejando la primera línea de resorts, encontramos un pequeño, barato y no del todo limpio hotel y nos ponemos a recorrer playas hasta la puesta de sol.
Al día siguiente solo hay dos cosas que hacer, buscar la escuela de buceo con las que hacer las inmersiones y tumbarnos en la playa, comer y dormir. Y así lo hicimos. También vemos que la isla es muy distinta a los destinos anteriores, en los que había poco turismo extranjero. Aquí son todo guiris, la mayoría con la única intención de bucear, por lo que las playas están casi desiertas. Otra cosa que nos llama la atención es la marcada diferencia entre la zona de hoteles y el pueblo, que está claro que se beneficia lo justo del
dinero que los turistas nos dejamos, sobre todo aquellos que se quedan a dormir, comer y bucear en los resorts. Pueblos de pescadores, de los más humildes que hemos visto y, justo al lado, resorts con habitaciones de lujo, restaurantes de lujo, tumbonas de lujo… nos planteamos con que derecho se les puede pedir que no pesquen determinados peces para que podamos venir a verlos, cuando ellos no ven nada a cambio, o eso parece.
Tiburón day!
Relatemos los hechos tal y como ocurrieron, de manera resumida para no aburrir y, con la premisa de que, como ya hemos dicho, somos unos flipados submarinos…
Nos levantamos a las cuatro de la mañana, nos comemos dos bollos y nos vamos al barco, donde nos tomamos un café de camino a Monad Soal, primer punto de inmersión del día. Nos colocamos el equipo y justo en el momento en el que el sol empieza a despuntar sobre la línea del mar, nos metemos debajo de ella. Bajamos 20 metros, nos plantamos de rodillas en la arena y a flipar, dos thresher sharks a menos de diez metros. Y tras estos dos, otros dos, y así los cuarenta minutos que estamos en el fondo hasta que nos toca volver a superficie. Os ponemos la foto que nos hemos bajado de internet, ya que supongo que, igual que nosotros un par de semanas antes, no tendréis ni idea de que tiburón es este.

Ir al norte es como ir cuesta arriba
Un bote, un bus, dos horas de espera, otro bus, otras dos horas de espera y dos horas más en un ferry. Eso es lo que da tiempo a hacer en un día. Duermes, te levantas, desayunas, coges otro bus, comes rápido porque sale el barco que tienes que coger y llegas a otra ciudad donde pasar la noche, pues hace un tiempo que nos cansamos de pasar la noche en buses. Al principio está muy bien pero no siempre te ahorras mucho dinero y lo pierdes al día siguiente, pues te dedicas solo a dormitar…
En fin, llegamos a una ciudad grande pero maja, Iloilo, donde descansar unas horas antes de volver a coger el bus que nos ha de llevar a Kalibo, desde donde un avión nos llevará al norte de Manila. Seguimos el plan de intentar dormir en el aeropuerto para coger el avión por la mañana, es una buena forma de ahorrar y además se duerme bien, calentito en el saco de dormir con el aire acondicionado. Pero no, es un cutre aeropuerto que cierra de noche (aunque le pongan lo de Internacional) y nos toca buscarnos hotel. Sin más cogemos el vuelo y llegamos a Clark. Otro bus, que esto no ha acabado y llegamos a Baguio, la capital del norte.
Todas las cosas bonitas no están en este viaje
Y no podemos imaginar mejor razón en este mundo para parar un día, concretamente el 20 de abril, para situarnos. Aunque fuese en el más oscuro agujero asiático. En el autobús de camino a Baguio recibimos la llamada que llevábamos esperando varios días. Patri ha roto aguas. El hotel tiene wifi, el teléfono batería, solo queda esperar, de una forma distinta a la familia, allá en la otra punta del planeta, pero esperar al fin y al cabo. A las cuatro de la mañana hora Filipina el teléfono nos despierta, Carla ha nacido y todo ha ido bien. Habíamos especulado mil veces sobre como nos afectaría ser tíos y estar tan lejos. Las sensaciones son mil pero, por encima de todo y, después de ver a nuestra sobrina y la familia tan contenta vía Skype, nos sentimos muy felices. El cansancio de los días anteriores se fue. Pensar en alguien a quien no conocemos pero ya queremos se convierte en algo habitual y nos llena de alegría. Ya han pasado más de seis meses del viaje, ya hemos pasado el ecuador, por lo que podemos empezar a contar los días que faltan para conocer a Carla, sea eso cuando sea.
Un poquito de montaña por favor
El primer día fue genial, lloviendo a cántaros casi sin descanso, tomando un té, leyendo, escribiendo. Y es que a veces se agradece tener tiempo muerto cuando se está en un lugar agradable. Pero la lluvia pasa y empieza la actividad. Visitamos las terrazas de arroz de los alrededores, caminando entre pinos. Tal vez no sean las más espectaculares, pero son preciosas y el verde de las plantaciones deslumbra junto a rocas, ríos y poblados.
En esta cueva no hay tiburones pero es
Y de nuevo todo toca a su fin. Otra vez el bus, aunque esta vez más cómodo (y además muy divertido gracias a un filipino y un japonés de 60 años que podrían hacer un dúo cómico). De vuelta en Baguio. Hacemos noche y otro bus para el aeropuerto. Última comida basura, momentos intensos con un conductor de “tricicle” y de nuevo a esperar otro avión de Air Asia. Dejamos otro país y ponemos rumbo a Borneo, Malasya. Dejamos en esta ocasión, amigos filipinos. Hemos disfrutado sus volcanes, sus islas y a veces su comida, hemos gozado sus playas y sobre todo lo que esconde bajo sus aguas cristalinas, pero, sobre todo, hemos descubierto a una gente hospitalaria, amable, alegre y dispuesta a ofrecernos cuanto han podido con el único requerimiento de vernos contentos, y de estar contentos por que unos forasteros compartan su tiempo con ellos. La gente nos ha encantado y aquí, definitivamente, el fondo del mar nos ha cautivado.
Besos para todos desde algún punto en el aire entre Filipinas y Malasya, donde han salido estas últimas palabras. Nos vemos en Kota Kinabalu!!!