viernes, 31 de agosto de 2012

Java Express

Y tras los días tumbados a la bartola en el palacio de Sanur, la situación era la siguiente. Sonsoles y Sonia llegaban a Bali el 19, por lo que las mandamos directamente a Ubud, a nuestro anterior palacete, para que pasasen un par de días en la zona. El 21 de agosto, Cachi, Esther y Javi cogen un bemo y se van a la estación de buses de Denpasar, donde unos minutos más tarde aparecieron Sonso y Sonia. Mucho tiempo sin vernos y de nuevo la alegría de encontrarse con amigos, algo a lo que nos hemos malacostumbrado y que nos hace un poquito más felices. Entre el caos de conductores de bus repartimos abrazos y compramos los billetes para cruzar a Java. En esta última etapa indonesia hay muchas cosas que hacer, muchos kilómetros que recorrer y poco tiempo. Nosotros volamos el 29 de vuelta a Kuala Lumpur y hay que darse un poco más de caña.
 

De volcán a volcán y te jodes en el bus porque te toca

Llegamos a Java y nos toca pelearnos con los transportistas, la cosa no cambia, hasta que encontramos uno medio honrado que nos lleve lo más cerca posible del primer objetivo, el Ijen. El bemo en cuestión comienza a subir entre bosque y arrozales hacia Kawah Ijen, punto de partida para la ascensión al cráter. El caso es que en bemo no se puede porque la carretera está hecha una porquería y terminamos exactamente en mitad de algún sitio de nombre no recordable. El único hotel que hay es muy caro y un jovenzuelo nos ofrece dormir y comer en su casa por un módico precio. Un home stay bueno y barato para que nuestros visitantes disfruten de la hospitalidad y, sobre todo, de la comida indonesia, así como de sus duras y pequeñas camas.

Flipando en el Ijen. Dormimos pocas horas y a las dos y media de la mañana nos levantamos, nos tomamos un café y nos subimos en un todo terreno, la única forma de hacer los últimos 17 kilómetros hasta comenzar el pateo. Estaba la posibilidad de subir en camión con la gente que trabaja recogiendo azufre, pero no salió porque era fiesta o porque ganan más pasta con el coche, elegid opción. Subir en moto a esas horas no es una opción. Y allá vamos. Llegamos al parking y comenzamos la fácil pero empinada subida. Una hora y media y comienza a verse la luz del sol. Cuando a penas han despuntado los primero rayos de sol por encima del mar de nubes llegamos al volcán. Este es uno de los momentos del viaje que resulta difícil de explicar con palabras y al que las fotos no terminan de hacer justicia. IMG_5891Tal vez el comentario de Sonso cuando alcanzamos el borde del cráter, con un mar de nubes entre montañas a un lado y un lago verde turquesa en el fondo, junto con una humareda blanca proveniente del yacimiento de azufre que hace especial a este volcán sea más descriptivo: ¡madre mía que me muero!,¡ que me maten aquí mismo!. Y es que la combinación del azul del cielo, con los tonos de marrón y negro de la montaña, el blanco de las nubes a nuestros pies y del humo que sale del cráter, el color del lago y, sobre todo, el amarillo y naranja del azufre, hacen del lugar algo espectacular, o mucho más. Nos comemos un poco de jamón en una zona apartada y sacada de la imaginación de Julio Verne mientras el sol sube lentamente. Queda bajar al cráter donde los currelas extraen el azufre que el Ijen expulsa a la superficie a diario.IMG_5770-001 Esta gente sube con cestos cargados de azufre hasta el borde del cráter y lo bajan al parking. Casi 90 kilos pueden meterse en un viaje, Javi intentó levantar un par de cestos y no pudo, como para cargarlo por las empinadas paredes del cráter. El olor a azufre y los ojos irritados pasan cuando el aire cambia de dirección, permitiendo que lleguemos hasta el yacimiento. Parece de otro mundo y, al menos, sabemosIMG_5868-001 que esto no se puede repetir en otro lugar. Tras flipar con el azufre y el lago y el cráter y todo lo que ya hemos dicho, volvemos a subir al borde para descender. Toca coger el coche, pillar la mochila y bajar de nuevo a Banyuwangi, donde un tren nos dejará en Probolingo para el siguiente asalto a la isla de Java. O eso pensamos.
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Disfrutando el local bus. Pues no hay tren, dicen que full aunque no nos creemos que se acaben los tickets en algún transporte económico en Indonesia, así debe de ir el tren. Toca discutir con bemo para ir a la estación de buses y discutir allí por los billetes. Más que cansados andamos ya, como echamos de menos Sulawesi y Maluku, donde esto no pasaba… El caso es que cogemos el bus local, ocho horitas hasta Probolingo. Nuestros amigos descubren la experiencia de viajar en un autobús cutre que se llena y se llena hasta reventar y tienen la “suerte” de poder disfrutar de la experiencia durante horas. Pero todo llega y el final del trayecto, que se retrasa, como no, también. Llegamos a la ciudad y como es tarde aprovechamos un barato y no del todo limpio hotel cerca de la estación para dormir en una cama de verdad y descansar del palizón de día. Al día siguiente cogeremos el bemo que nos lleva a Caemoro Lawan.

Jalan-jalan vamos a por otro volcán. La mayoría de la gente se recorre el bromo en todo terreno o a caballo. Nosotros somos como somos y nos mola patear (o jalan-jalan como dicen los indonesios). Cemoro Lawan está entre preciosas montañas y rodeado de campos cultivados, menos por un lado. Cemoro Lawan está petado de casas que alquilan a los turistas a precios inflados pero al final encuentras algo duro donde dormir con un mandi-mandi (ducha a la indonesia de la que no se si hemos hablado), con agua más fría que el culo de un pingüino. Cemoro Lawan sería el nombre que habría que poner a un pueblo si alguna vez se construye en la Luna. Porque ese lado del pueblo que no es montaña, ni casas ni cultivo, es el agujero más grande que jamás hemos visto y probablemente veremos. No intentaremos describirlo más. IMG_6027En medio se encuentra el cono del Gunung Batok, del Gunung Bromo y del Gunung Kursi, más allá está el Gunung Semeru a más de 3600 metros de altura y, en el extremo sur del agujero, el Gunung Penanjakara. Seguro que hay más cráteres y ya os decimos que en ese pedazo de terreno lunar caben muchos más. Se repite la historia de dormir hasta las dos y media, levantarse con un fresquito de lo más incómodo, llamémosle frio de narices para nuestro cuerpo acostumbrado al calor y a patear con los frontales. Subimos hasta un mirador del Penanjakara para disfrutar de la salida del sol sobre el paisaje del Bromo, el Batok y el Semeru. Creíamos que eran 7 kmts. pero resulta que son solo 3 y claro, como esto es de lo más turístico de Java, hay señoras vendiendo café y banana frita por todas partes.IMG_6155 Encontramos un buen sitio para esperar y ver como la luz avanza sobre el conjunto de volcanes. Tras esto, volvemos sobre nuestros pasos y descendemos al superagujero por una senda que no dispone de gente que nos cobre la entrada. Cruzamos el desierto, con matojos con escarcha y arena volcánica negra, hacia la base del Bromo. Cuando llegamos, cientos de todoterrenos y de caballos levantan polvaredas para ser respiradas por miles de indonesios y docenas de guiris. La subida al cráter del Bomo es una cuesta de arena, todo lleno de polvo por todas partes, con el encanto de los caballos, que provocan que la escena haya sido sacada de un spagetti wester. Tras la cuesta de arena, una escalera, y tras la escalera un túnel… no no, el túnel es llegando a Mordor, después de la escalera no hay nada, o bueno, solo un tremendo vacío casi vertical que desciende hasta un agujero, perfectamente circular, en cuyo fondo hay agua tirando humo constantemente. Si las imágenes que habíamos retenido las horas anteriores en la retina eran increíbles, lo del cráter del Bromo no tiene nombre. Cerramos la boca y nos quedamos en el delgado borde durante mucho tiempo, comiendo otro sandwich de lomo con queso (a ver quién supera esto) y perdidos en las gigantes dimensiones del lugar.IMG_6063 Nos toca bajar, en el caso de Cachi y Javi a lo salvaje dando saltos por la ladera, eligiendo alguno de los cañones de arenisca que se forman en la base del Bromo, cruzamos de nuevo el desierto hasta otra senda en la que no hay nadie que nos pregunte por nuestro inexistente ticket. Recogemos, mandi-mandi, comemos y bemo de vuelta a Probolingo. Si Cachito, Sonso y Sonia lo pasaron bien en el último autobús, en este bemo, que a los cinco minutos paró para cambiar una rueda pinchada (le pusieron una de fórmula 1, de esas lisitas), aquí lo gozaron como nunca. 26 personas en poco más de seis metros cuadrados de vehículo, muchas rodillas juntas y mucho intercambio de epidermis entre pasajeros. Vivan las experiencias locales…

Disfrutando del mini-bus. Y como Cachi ha quedado con su amiga Dewi quiere salir lo antes posible hacia Jogjakarta. Y los demás lo acompañamos. El resultado es un minibús que sale a las ocho y pico y llega a las seis de la mañana a Jogya. Palizón el que nos estamos dando. El que no sepa lo que es una noche en un asiento de bus o minibús que lo pruebe. No nos vamos a molestar en explicar esto tampoco. Lo que no acaba contigo te hace más fuerte, pero también te deja hecho mierda.
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Forzando la máquina en Jogya

Y nada de llegar y descansar, no señor. Ducha, dormimos tres horas como koalas en un eucalipto y en compañía de la compañera de master de Cachi, Dewi, y de su amigo Varian, nos vamos en coche al tercer objetivo de Java, el mítico templo de Borobudur.

IMG_6301Borobudur es bonito, tiene un royo entre budista e hindú muy chulo, está en un lugar precioso, rodeado de palmeras y montañitas. Pero la cantidad de gente que hay no permite disfrutarlo en su esplendor. El precio de la entrada para extranjeros es una bestialidad, veinte dólares por cabeza. Pero somos como somos, ya lo hemos dicho, y con los carnés del Open Water Diver nos hacemos pasar por estudiantes y obtenemos un descuento del 50%, vivan las pirulas para poder gastarnos el dinero en comida y no en entradas. Visitamos el templo, nos habíamos esperado otra cosa, pero es que hay demasiada gente y estos lugares solo sacan su verdadero esplendor con la tranquilidad que centenares de indonesios no pueden generar, imposible.
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Y el día no termina aquí, no señor. Bueno, el día si, pero es que tras la puesta de sol, que vemos desde el coche, nos vamos al parking de la zona del Gunung Merapi para intentar ver algo con lo que no contábamos. IMG_6333El Merapi petó por última vez en el 2010 y es posible llegar a ver lava. Los indonesios van en tropel a ver la puesta de sol, nosotros pasamos de eso y caminamos de noche hasta ver si podemos ver algo de lava. Es difícil porque no siempre la expulsa, de echo no sabemos si la expulsa, pero no podemos dejar pasar la oportunidad. La imagen de este volcán desde el coche es imponente, con la cumbre de un color gris casi blanco y formando un cono casi perfecto, roto por una fisura echa por el río de lava que hace un par de años destrozó las inmediaciones. El paseo termina en una zona despejada desde donde se ve la cumbre. No hay nubes pero tampoco lava. Nos quedamos en silencio escuchando lo que parece ser el ruido de las entrañas del volcán, uno de los 16 más activos del mundo. Volvemos, cenamos, ducha y a dormir lo que podamos. Toca descansar porque llevamos un palizón de espanto y hemos cumplido con las expectativas. Toca seguir caminos distintos.
 

Cada uno a su agujero

Dewi y Varian vuelven a Jakarta. Sonso y Sonia no caben en su gozo tras los días que llevan (en una semana han disfrutado de la cultura balinesa en Ubud, de los volcanes Ijen y Bromo, de Borobudur y del pueblo indonesio del que ya os hemos contado tantas cosas buenas). Pero les falta algo. No quieren irse del hemisferio sur sin ver una playa de esas guapas y sin probar un buen snorkel. Al final parece viable ir a una isla al norte de Java central y, hasta donde sabemos en el momento de escribir estas palabras, allí estarán un par de días antes de empezar a volar de vuelta a casa (esperamos comentarios en esta entrada para ver que tal os ha ido…). IMG_6443Cachi, Esther y Javi cogen un más que caro y más que cutre, mierda, de tren nocturno a Bandung, donde Cachi estará unos días en solitario y desde donde nosotros cogemos un minibús directo al aeropuerto de Jakarta. Nos despedimos de Cachi con más pena que de nadie porque él se va a Lincon y no lo veremos en breve. Hemos disfrutado de la alegría de Sonsoles y de Sonia y del intento de tirar el anillo de poder al fondo del Bromo. Como al final se nos olvidó habrá que buscar otro volcán con lava y terminar la faena. Mientras tanto seguiremos con ganas de ver lava y el señor oscuro seguirá en su lugar, en la Moncloa.
 

Selamat datang

Poco podemos hacer ya por Java, pues nos quedan un par de días y doce horas hasta Jakarta, donde tenemos que coger el avión que nos sacará definitivamente de nuestra particular odisea en las islas del sudeste asiático. Así que cogemos un tren nocturno para ir a Bandung, donde Cachi se quedará haciendo el friki por los volcanes y nosotros cogeremos un minibús que nos llevará directamente al aeropuerto. El tren en cuestión era caro, más de veinte euros cada uno (aquí en Indonesia es bastante pasta) y, además de caro, resultó ser una mierda. Asientos que no se reclinan, mucho calor, mucho indonesio vendiendo nasi (arroz) y anunciando su manjar a todas horas (nunca se sabe cuando vas a querer un poco de arroz con un huevo, así que viene bien que te lo ofrezcan a las tres de la madrugada, y a las cuatro y a las cinco…). Hechos una pena llegamos a Bandung para tomar un café, ducharnos en la habitación de Cachi y comprar los billetes del minibús. Nos despedimos de Cachito, hasta vete tu a saber cuando, tras haber rulado un mes por el hemisferio sur, tras volver a enfrentarnos a la Pelni, a los taxistas de Bali, a los volcanes indonesios y toneladas de arroz. Esperemos que no pase mucho tiempo antes de volver a hablar sobre como arreglar el mundo, o sobre como destruirlo.

IMG_6346Un mes y medio desde que nos encontramos con Paco y Ester. Sonso, Sonia y Cachi siguen su camino. Nosotros el nuestro, de nuevo haciéndonos compañía, nunca solos. Tres meses en Indonesia con el paréntesis de Malaysia y todas sus cosas. Desde luego que las pocas de las 17.000 islas indonesias que hemos conocido nos han dejado huella. Han cumplido las expectativas que teníamos y las han superado. Como siempre nos quedan cosas pendientes, Papua, Sumatra, las mantas-raya el este de flores hasta Timor, etc. Tras tantas semanas viajando nos hemos dado cuenta de que en un mes puedes conocer un país, pero con dos meses realmente te enteras de mucho más y puedes conectar con su gente. Aquí hemos estado tres y los indonesios nos lo han puesto fácil. Echaremos de menos hablar con ellos en bahasa, sus sonrisas y la atención que nos prestan. No echaremos de menos el ruido y su cocina. Nos vamos de indonesia tras una noche en el aeropuerto, mucho más confortable de lo que podíamos imaginar y dejamos un pedazo de alma en esta tierra de naturaleza salvaje y gente adorable a la que a veces quieres matar. Se hace difícil explicar la sensación de dejar este país tras tantas cosas vividas. Nos consuela la posibilidad de volver y, como siempre lo que queda por delante. Contamos en días lo que falta para la última etapa del viaje, y los contaremos despacio y casi sin darnos cuenta en la tierra Khemer, en el epicentro del imperio Ankor. Contamos lo que falta para el último viaje, el de vuelta a casa, desde Camboya.
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3 comentarios:

  1. Pufffff que pasada de fotos....ver eso comiendo jamon...increible!!! Y lo bueno de todo que lo habeis visto en companyia de los vuestros.

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  2. Preciosas fotos y una increible experiencia,me alegro que habeis estadoen compañia de vuestros amigos,pero mi alegria es infinita al ver que falta poco para veros,seguir disfrutando lo que os queda....

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  3. ainssssssss....qué recuerdos...qué bien, qué impresionante todo, qué grata vuestra compañía...gracias por todo.

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