lunes, 30 de abril de 2012

¿Playa o montaña? Mejor las dos…

IMG_1313
 En el último capítulo de nuestra aventura filipina, dejamos bien claro que algo nos estaba fallando desde nuestras expectativas hacia este país. La playa. No terminaban de molar, siempre había algo que las fastidiaba. Pero llegó Siquijor. Por recomendación de nuestros amigos de Dauin y, tras disfrutar y dormir en la playa de Apo, llegamos a Dauin, empaquetamos y directamente nos vamos a Dumaguete para coger un barco a la isla de Siquijor. Y no esperamos ante la perspectiva de falta de barcos en Viernes Santo pues, no olvidemos que aquí la Semana Santa se celebra y, además, coincide con sus “vacaciones de verano”, llenando todo de turistas nacionales y con muchas cosas cerradas por los festejos. Esta pequeña isla al sur de las Visayas, poco conocida por el turismo extranjero, es famosa por sus brujas y sus aceites y pociones con poderes mágicos. Un buen rato pasamos escuchando historias de terror sobre las cosas que pasan en esta isla. Pero bueno, si no paseas por cementerios de noche y saludas cordialmente a todas las ancianas parece ser que no tienes problemas. Y nos fuimos, y llegamos, como siempre.


IMG_8692IMG_8634Nos habían recomendado un lugar, un hotel barato en, ni más ni menos, que la Playa de San Juan (manda narices irte a la playa de San Juan en la otra parte del mundo, solo falta el Altet). The end of the Word que se llama. Precio económico por lo que no esperamos gran cosa. Pero bueno, las sorpresas con los alojamientos siempre van en dos direcciones y hoy tocaba la buena. Una casita con dos plantas, hamacas, una barca para pasear, cocina, agua caliente y, lo mejor de todo, justo a la orilla de una playa de arena fina y blanca como la harina ¡Pero que bien!. Y en el final del mundo nos relajamos hasta más allá de lo imaginable. Tras un par de días alquilando una moto para ir a ver a las curanderas preparar y vender sus aceites en una fiesta en lo alto de la montaña, para descender un acantilado entre escaleras de bambú hasta unas formaciones rocosas donde hacer snorkel y para conocer un poco la isla. Pero después de eso… relax, de ese al que todo el mundo aspira. Levantarte, desayunar, ir a una playita bonita o quedarte en la que tienes (pena que a veces la marea, sobre todo a úlitma hora del día se llevaba el agua a doscientos metros de la playa y dejaba unas rocas plagadas de erizos para evitar que te bañases), tumbarte en la hamaca, pelar un coco y pasar buenos ratos con Mery y Jonathan, compañeros de hotel, hablando de peces, buceos y viajes. Que fácil resulta a veces viajar y, además, nos cenamos al menos tres veces pollo frito con patatas…
IMG_8653

IMG_8661



Y así pasa el tiempo, sin que te des cuenta y sin que te importe. Pero un viaje es un viaje, quedarnos sería otra cosa y tras tanta conversación de buceo, nos apetece muchísimo volver a enfundarnos el equipo y meternos bajo el agua. El próximo destino, Malapascua, al norte de la isla de Cebu, donde nos habían recomendado ir desde un principio por sus playas y sus inmersiones.
 


Un poquito más de playa, por favor


Dejamos The end of the world y continuamos rumbo al norte, comenzando con un barco nocturno que muy cómodamente nos dejaría a las seis de la mañana en Cebu, la segunda ciudad del país. Como gran ciudad que es, para nosotros solo cuenta como punto de unión entre transportes, así que llegamos y nos vamos, en un bus hasta Maya, donde cogemos el bote que nos lleva a la isla de Malapascua.

Nada más llegar comprendemos porque nos habían hablado de ella. Una isla plana, pequeña y rodeada de playas de arena blanca con palmeras. Dejando la primera línea de resorts, encontramos un pequeño, barato y no del todo limpio hotel y nos ponemos a recorrer playas hasta la puesta de sol.IMG_8706 Al día siguiente solo hay dos cosas que hacer, buscar la escuela de buceo con las que hacer las inmersiones y tumbarnos en la playa, comer y dormir. Y así lo hicimos. También vemos que la isla es muy distinta a los destinos anteriores, en los que había poco turismo extranjero. Aquí son todo guiris, la mayoría con la única intención de bucear, por lo que las playas están casi desiertas. Otra cosa que nos llama la atención es la marcada diferencia entre la zona de hoteles y el pueblo, que está claro que se beneficia lo justo del IMG_8750dinero que los turistas nos dejamos, sobre todo aquellos que se quedan a dormir, comer y bucear en los resorts. Pueblos de pescadores, de los más humildes que hemos visto y, justo al lado, resorts con habitaciones de lujo, restaurantes de lujo, tumbonas de lujo… nos planteamos con que derecho se les puede pedir que no pesquen determinados peces para que podamos venir a verlos, cuando ellos no ven nada a cambio, o eso parece.

 
Tiburón day!


Relatemos los hechos tal y como ocurrieron, de manera resumida para no aburrir y, con la premisa de que, como ya hemos dicho, somos unos flipados submarinos…

Nos levantamos a las cuatro de la mañana, nos comemos dos bollos y nos vamos al barco, donde nos tomamos un café de camino a Monad Soal, primer punto de inmersión del día. Nos colocamos el equipo y justo en el momento en el que el sol empieza a despuntar sobre la línea del mar, nos metemos debajo de ella. Bajamos 20 metros, nos plantamos de rodillas en la arena y a flipar, dos thresher sharks a menos de diez metros. Y tras estos dos, otros dos, y así los cuarenta minutos que estamos en el fondo hasta que nos toca volver a superficie. Os ponemos la foto que nos hemos bajado de internet, ya que supongo que, igual que nosotros un par de semanas antes, no tendréis ni idea de que tiburón es este.

IMG_8744IMG_8735












Volvemos a la isla y un par de horas después, de vuelta al barco, nos dirigimos hacia Gato Island, donde realizaremos dos inmersiones más. El islote es una torre cubierta de verde rodeada de aguas cristalinas, parece el lugar perfecto para escalar sin asegurar y darte un bañito cada vez que te caigas. De nuevo el equipo puesto y al agua patos. La segunda inmersión del día transcurre por el muro de la parte sumergida de la isla. Vemos varios bichos muy interesantes sobre los que destacar un gran caballito de mar (entendemos que es un ejemplar grande porque mide unos diez centímetros, todo es relativo). Bordeamos distintas formaciones rocosas hasta que, al sobrepasar otro pedrusco vemos a un tiburón de punta de aleta blanca dormir plácidamente sobre la arena. Nos detenemos y unos cuantos de estos tiburones (estos si que tienen cara de tiburón malo, no como el thresher, que parece un gatito sonriente) comienzan a nadar alrededor. El más grande, de casi dos metros, nos llega a remolonear a unos tres o cuatro metros. Bestial. Terminamos el oxígeno y de vuelta al barco, para limpiarnos de nitrógeno y sobre todo comer algo. Para finalizar el buceo, nos espera The Cave, donde también esperábamos ver tiburones, como no. Pero fue mucho más que eso. 
IMG_8738Descendemos, encendemos linternas y empezamos a nadar por una pequeña cueva, que en su punto más pequeño no tendría más de un metro y medio de altura. Lo mejor es que, cuando divisamos la salida, nos encontramos en una pequeña caverna de unos siete metros de diámetro, donde un tiburón de cerca de un metro, nada a nuestro alrededor, entre pequeños peces totalmente inmóviles, con la única luz de nuestra linterna y, unos metros más allá, la salida de la cueva, como una ventana con un fondo azul, y con otro tiburón que se pasea por el exterior. Vimos más tiburones, pero esta es otra de esas imágenes que siempre recordaremos y que se va, como diría Fernandisco, al top ten de nuestras lista de vivencias en este viaje. Como para no fliparlo.

IMG_8720Y tras esto solo nos queda despedirnos de las playas de Filipinas. Y lo hicimos bien. Recorrimos la isla parando en diversas playas, más o mucho más bonitas, hasta que llegamos a la otra punta, donde cerca de un kilómetro de arena blanca separaba el agua (¿hemos dicho ya que parece mineral de lo trasparente que está?) de las rocas y las palmeras. Dejamos temporalmente la playa y lo hacemos en la que, posiblemente, es la más bonita que hemos visto en este viaje. Esther se cena unos calamares a la romana para celebrarlo y a dormir, que nos vamos para el norte y tenemos unos cuantos días de desplazamientos.
IMG_8762IMG_8811
 


Ir al norte es como ir cuesta arriba

Un bote, un bus, dos horas de espera, otro bus, otras dos horas de espera y dos horas más en un ferry. Eso es lo que da tiempo a hacer en un día. Duermes, te levantas, desayunas, coges otro bus, comes rápido porque sale el barco que tienes que coger y llegas a otra ciudad donde pasar la noche, pues hace un tiempo que nos cansamos de pasar la noche en buses. Al principio está muy bien pero no siempre te ahorras mucho dinero y lo pierdes al día siguiente, pues te dedicas solo a dormitar… IMG_1433En fin, llegamos a una ciudad grande pero maja, Iloilo, donde descansar unas horas antes de volver a coger el bus que nos ha de llevar a Kalibo, desde donde un avión nos llevará al norte de Manila. Seguimos el plan de intentar dormir en el aeropuerto para coger el avión por la mañana, es una buena forma de ahorrar y además se duerme bien, calentito en el saco de dormir con el aire acondicionado. Pero no, es un cutre aeropuerto que cierra de noche (aunque le pongan lo de Internacional) y nos toca buscarnos hotel. Sin más cogemos el vuelo y llegamos a Clark. Otro bus, que esto no ha acabado y llegamos a Baguio, la capital del norte.

IMG_1451De Baguio se pueden decir muchas cosas. Es grande y extraña, pues está en lo alto de las montañas ocupando muchas colinas, con una distribución muy rara, que está llena de gente hasta la bandera, que es más cara que los otros sitios donde hemos estado… en fín, que no es nada de otro mundo, aunque casi como todo tiene su encanto. Pero aun así decidimos parar un día aquí antes del destino que buscamos en el norte. Razones, que llevamos cuatro días sin parar, que Esther tiene el estómago un poco pocho, que estamos cansados, que no tenemos prisa, que tal y pascual. Y algo más.

 
Todas las cosas bonitas no están en este viaje


Y no podemos imaginar mejor razón en este mundo para parar un día, concretamente el 20 de abril, para situarnos. Aunque fuese en el más oscuro agujero asiático. En el autobús de camino a Baguio recibimos la llamada que llevábamos esperando varios días. Patri ha roto aguas. El hotel tiene wifi, el teléfono batería, solo queda esperar, de una forma distinta a la familia, allá en la otra punta del planeta, pero esperar al fin y al cabo. A las cuatro de la mañana hora Filipina el teléfono nos despierta, Carla ha nacido y todo ha ido bien. Habíamos especulado mil veces sobre como nos afectaría ser tíos y estar tan lejos. Las sensaciones son mil pero, por encima de todo y, después de ver a nuestra sobrina y la familia tan contenta vía Skype, nos sentimos muy felices. El cansancio de los días anteriores se fue. Pensar en alguien a quien no conocemos pero ya queremos se convierte en algo habitual y nos llena de alegría. Ya han pasado más de seis meses del viaje, ya hemos pasado el ecuador, por lo que podemos empezar a contar los días que faltan para conocer a Carla, sea eso cuando sea.
 


Un poquito de montaña por favor


IMG_1469IMG_1472Y tras tanto preámbulo, llegamos a Sagada, en el que posiblemente sea el autobús más incómodo de lo que llevamos de viaje, con todos los ingredientes: muy viejo, muy lleno, por una carretera de mierda y, por supuesto, muy lento, seis horas para poco más de 150 kilómetros. Nada más llegar a este pequeño poblado en la montaña, notas el ambiente, es distinto, recuerda a los pueblos del interior de España (solo en el ambiente). Encontramos un lugar agradable para dormir y vemos la cantidad de posibilidades que hay, a menos de una hora andando, para pasar los últimos días en Filipinas.

El primer día fue genial, lloviendo a cántaros casi sin descanso, tomando un té, leyendo, escribiendo. Y es que a veces se agradece tener tiempo muerto cuando se está en un lugar agradable. Pero la lluvia pasa y empieza la actividad. Visitamos las terrazas de arroz de los alrededores, caminando entre pinos. Tal vez no sean las más espectaculares, pero son preciosas y el verde de las plantaciones deslumbra junto a rocas, ríos y poblados.

IMG_1504
IMG_1509











Almuerzo entre pinos, una lejana cascada, más terrazas… muy bonito y   tranquilo. ¿Dos días de tranquilidad? Pues ni uno más. Al tercero nos vamos con Jimy, el guía local al que hay que contratar sí o sí (salvo que quieras morir), para atravesar la montaña, por dentro, entre dos cuevas cercanas. Muy cañero y resbaladizo, preciosas formaciones en el interior, agujeros por los que dices que no cabes justo antes de entrar, bañito en un lago dentro de la cueva y a comer. 
IMG_8896
En esta cueva no hay tiburones pero es
IMG_8861 asombrosa y nos divertimos como nunca, o como siempre… en fin, que os vamos a contar… Y otro día más para un bañito en una pequeña cascada, más tiempo para leer y relajarse, disfrutar del fresco de la montaña y la tranquilidad de Sagada. Ah! se nos olvidaba, en este pueblo tiene una cosa rarita, un precioso valle, con pinos, formaciones rocosas y tumbas colgantes… si si, habéis leido bien, tumbas colgantes nada más y nada menos…
IMG_8934IMG_1584

Y de nuevo todo toca a su fin. Otra vez el bus, aunque esta vez más cómodo (y además muy divertido gracias a un filipino y un japonés de 60 años que podrían hacer un dúo cómico). De vuelta en Baguio. Hacemos noche y otro bus para el aeropuerto. Última comida basura, momentos intensos con un conductor de “tricicle” y de nuevo a esperar otro avión de Air Asia. Dejamos otro país y ponemos rumbo a Borneo, Malasya. Dejamos en esta ocasión, amigos filipinos. Hemos disfrutado sus volcanes, sus islas y a veces su comida, hemos gozado sus playas y sobre todo lo que esconde bajo sus aguas cristalinas, pero, sobre todo, hemos descubierto a una gente hospitalaria, amable, alegre y dispuesta a ofrecernos cuanto han podido con el único requerimiento de vernos contentos, y de estar contentos por que unos forasteros compartan su tiempo con ellos. La gente nos ha encantado y aquí, definitivamente, el fondo del mar nos ha cautivado.

Besos para todos desde algún punto en el aire entre Filipinas y Malasya, donde han salido estas últimas palabras. Nos vemos en Kota Kinabalu!!!

sábado, 14 de abril de 2012

Los hechos relatados a continuación tuvieron lugar entre el 17 de marzo y el 5 de abril. Nos ha resultado un esfuerzo considerable acordarnos de las fechas, puesto que si hasta ahora el tiempo se había relativizado, ahora ha perdido todo el sentido. No hay días de la semana, no hay fechas.

Come again to Camiguin
La similitud del nombre de esta isla del norte de Mindanao con la frase “come again” es un tópico. Que la gente de dicha isla lo repita haciendo un alarde de hospitalidad también. También es un tópico en Filipinas encontrarse volcanes y selva desde sus cráteres hasta el borde del mar.  Pero Camiguin es diferente, es todo esto y mucho más y, aunque de nuevo las playas de arena blanca rodeadas de jungla escasean, esta isla nos lo ha dado todo.
Podemos comenzar con una llegada extraña para lo que conocemos de este país. Mucha gente ofreciendo transporte, alojamiento, alquiler de motos… muy insistentes. Pero un poco de paciencia y elegir el transporte barato, como siempre, desemboca en lo que viene a ser usual en todas nuestras paradas en estas islas. Alguien nos acompaña hasta un hotel barato con gente local de lo más maja. La idea era apalancarnos unos días en un sitio tranquilo cerca de la playa, pero aquí la playa está llena de resorts, por lo que nos quedamos en el hotel hasta encontrar alguien que nos alquile algo con cocina y ver si cogemos una moto para explorar la isla. Nada de eso. Al día siguiente aparecen Montse y Andreu, que puestos a pasar tiempo en Asia llevan casi tres años dando tumbos por la zona. Llevan unos días en la isla y nos introducen hasta la médula de la sociedad de la pequeña Camiguin. Antonio, un constructor que está en relajado viaje de negocios nos lleva de paseo al observatorio del volcán Hibok-Hibok, activo y cuya última erupción tuvo lugar en 1951. El punto de inflexión lo marcó nuestro traslado a la casa de una familia local. Andreu y Montse se habían ido con una abuelita a pasar sus días en la isla y nos consiguen hueco en casa de la hija de esta señora. Hablamos con Corazón y con Romeo, conocemos a su hijo, Rambron, vemos la estupenda habitación que nos tienen preparada y nos decidimos. Montse nos ha negociado el precio, cincuenta pesos. Hay cosas que se pueden llamar ganga, a esto se le queda corto.

Nos trasladamos muy temprano porque la idea es subir hasta la cumbre del Hibok-Hibok y no sabemos lo que vamos a tardar. Total, un puñado de horas para superar más de 1300 metros de desnivel y disfrutar del trekking por la selva y, una vez en lo alto, de las vistas que nos permiten los huecos entre las nubes, casi perpetúas alrededor de los volcanes de la isla. Una maravilla que termina dejándonos agotados. Un bañito en unas hot springs para relajarnos y a dormir por primera vez en casa de los Madrazo, en compañía de un geko de palmo y medio que grita como un condenado, así como de cientos de gallos que no paran de dar la lata noche y día.
Los días se suceden en compañía de Montse y Andreu, Antonio, Corazón y Romeo. Vamos a la humilde pero solitaria playa de Treehouse, disfrutamos del snorkel y de la gente. Disfrutamos de los desayunos que nos prepara Corazón y de toda la información que la pareja catalana nos proporcionan sobre los países del sudeste asiático.

Pero siempre hay sorpresas. Llegamos a casa después de cenar, dispuestos a darnos una ducha y poco más. Hoy no es el día de no hacer nada. Romeo y su cuñado Wine han estado celebrando algo y se han tomado unas cervecillas. El resultado es la noche más divertida que hemos pasado desde que empezó el viaje. La pareja cervecera está inspirada y los comentarios y las canciones improvisadas nos hacen llorar de la risa. Estos regalos que aparecen en el momento más inesperado no tienen precio. Somos bautizados como “Javi Papaya” y “Ésther Melon”, en honor a las semillas de los frutos que les damos para que planten. Pero va más allá y Romeo, entre vaso y vaso de cerveza, nos promete cambiar el nombre de su calle por el de Javi Papaya Street y el de la calle que cruza por el de Ésther Melon Street. También queda pendiente un cochinillo a la turn arraund (ya os explicaremos esto), cuando Montse y Andreu Coconout, Esther y Javi regresemos a Camiguin.

Y es que si alguna vez volvemos a Filipinas, difícilmente podremos escapar de la tentación de volver, como ya nos habían advertido, a Camiguin, donde la tranquilidad isleña y la hospitalidad de sus gentes nos ha dado momentos inolvidables. Toca partir, hacia Dumaguete, antes de ir al norte de Cebu, a las muy recomendadas playas de Malapascua. Antes pasamos un par de días esperando al barco nocturno en Tagbilaran, una ciudad muy llena, un poco sucia y de la que no podemos recomendar gran cosa.



Deslízate…

Tal y como le decía el pingüino al protagonista de El Club de la Lucha, algo nos decía que nos dejásemos llevar. Tal vez es lo más difícil. A pesar de no tener ni rumbo prefijado ni planes rígidos, es difícil relajarse y dejarse llevar por lo que te pide el cuerpo. Viajar es un término muy amplio y vamos experimentando fases que muchas veces escapan a nuestro control. Llegamos muy temprano a Dumaguete y, tras un par de días en la ciudad, Esther no quiere quedarse aquí, puesto que la intención era ir a hacer snorkel en la pequeña Dauin y visitar una cascada en Valencia. Si, tal como lo lees, Valencia. En la isla de Negros también está Murcia, Antequera, Alcoy y muchos nombres de ciudades españolas se extienden por las islas filipinas. Gracioso cuanto menos. Así que cogemos un trastito con un puñado de filipinos y en media hora estamos en Dauin. Dos horas y media costó encontrar un alojamiento fuera de los caros resorts que ocupan los turistas que vienen a bucear en las inmediaciones de Apo Island. Pero mereció la pena.

De la familia de Camiguin se podría decir que es la típica familia humilde filipina. Trabajan mucho, son creyentes, les gusta la cerveza y derrochan amabilidad. No se puede generalizar, pero por ahí van los tiros. La familia con la que pasamos los días siguientes, ya os adelantamos que alguno más de los dos previstos, es algo diferente, poco convencionales. Amado, Ethel y sus dos hijos, principalmente ocupados en vivir su vida, relajada y disfrutando de lo que tienen. El tiempo ha derivado en una buena casa, una tienda, material de buceo y snorkel para alquilar y de que Amado disfrute de su trabajo como Dive Master. Su hermano, gay, junto con dos amigos, más gays aún, nos hacen compañía. Siempre recordaremos el momento en que Rodelio nos confesó que hace cine. De su último éxito “Zombadings”, no nos quedó claro el argumento, pero es que una peli de zombies gays tampoco precisa de mucho. Increible.
En estos días pasaron muchas cosas, disfrutamos del snorkel, con mil peces y con tortugas, de alguna comida casera y de muchas, pero que muchas risas con Amado, Ethel, Rodelio y compañía. Mucha más hospitalidad y un sentido del humor más allá de cualquier expectativa nos atraparon. Algo más. Es semana santa y sin comerlo ni beberlo terminamos viendo la actuación de los diversos distritos del pueblo, en un absurdo y divertido concurso. Nos tratan muy bien, somos los únicos extranjeros, les llama la atención vernos con ellos en su fiesta. Nos invitan a comer… y que comida. Nada más y nada menos que un cochinillo asado, de esos que la piel cruje, con la carne blandita… grrrrrr, en palabras de Homer. Y una cosa nos lleva a la otra, dejando pasar las horas, los días y eso que llamamos tiempo. Nos deslizamos y tan solo la noticia que esperamos nos llegue en cualquier momento desde España nos tiene atados al mundo real, o a lo que siempre había sido el mundo real, o simplemente a otro mundo.

Do you want to enjoy whit us in Apo Island Fiesta?
Algo así dijo Ethel cuando estábamos a punto de marcharnos, no a Malapascua, sino a Siquijor, por recomendación de esta gente y en el sentido adoptado de dejarse llevar y ya veremos donde acabamos. Y así se hizo. Cogemos los sacos de dormir, la máscara y el tubo y nos vamos a Apo. Sin más. Bueno, antes de salir, cortesía del cuñado de Ethel, nos clavamos dos kilos de cochinillo a la brasa, que en esta zona estamos descubriendo que es el plato principal durante las fiestas de Semana Santa (y a contarle a otros cristianos lo de la cuaresma…). Barco y llegada a Apo. Muy pequeña y, cuando decimos pequeña es muy pequeña, con mucho movimiento por la fiesta y encantador. Nos vamos a la reserva de tortugas, y gratis porque es fiesta. Esto tal vez es repetitivo. Que si un coral increíble, muchos peces y tal, que si un fondo marino espectacular y tal. El caso es que de nuevo, cuando menos te lo esperas, te llega uno de esos momentos realmente emocionantes. Vimos varias tortugas, más grandes o más pequeñas. Pero una marcó la diferencia. Muy grande, muy tranquila y muy amistosa. Unos minutos nadando encima, a medio metro, majestuosa. La vimos comer y salir a respirar en un agua cristalina. Disfrutamos en Kho Tao de este espectáculo, pero esta nueva tortuga se superó. Diréis algo como: “joder que pesados”, pero solo lo comprenderéis del todo cuando lo viváis.
Y no todo es agua. También es comer. Pues la fiesta en Apo es free food and free drink. Las gentes nos llenaron de comida y bebida hasta que quisimos, algo descomunal. Nos vamos a dormir a la playa, muy bonito pero poco cómodo. Desayuno por la face y de nuevo a Dauin, donde empaquetamos y nos marchamos, con una pereza sobre humana y tras una nueva despedida, de esas que dan realmente pena, puesto que, al igual que en Camiguin, nos gustaría volver pero vete tú a saber si nos volveremos a encontrar alguna vez. Rumbo a Siquijor, al hotel que nos recomienda Ethel, con la sensación de haber encontrado un filón donde solo había un Eel Garden, que es lo que buscábamos en Dauin. Lo que encontramos lo dejó a la altura del betún, igual que a la increíble cascada valenciana, y mira que ambas cosas molan, y molan mucho. Sorpresas que nos hacen sentirnos muy satisfechos y contentos por haber venido a Filipinas, a estos lugares… felices por deslizarnos…