miércoles, 18 de julio de 2012

Viaje a lo desconocido

 
Algo en común a todas las zonas que habíamos visitado hasta el momento era las referencias de conocidos, la información de otros viajeros, las explicaciones en la Lonely Planet, por malas que puedan ser, u otro tipo de información. Sin embargo, cuando decidimos ir al norte de Maluku, nos movía, entre otras motivaciones, el hecho de no conocer a nadie que haya estado allí, que nadie nos había contado nada y, por lo tanto, no teníamos ni la más remota idea de que íbamos a encontrar. La información en la guía es de lo más pobre y ni tan solo en el norte de la vecina Sulawesi nos dieron algo de información. Llegamos a Ternate, como os dijimos en la entrada anterior, en un barco con las ratas y ruidos propios de la VIP Class en al que nos alojaron.

IMG_0303Nada más llegar, bajamos del ferry cruzando por una ventana al ferry de al lado, esquivamos a los bemos (furgonetillas que cumplen una función intermedia entre un taxi compartido y un bus) del puerto y buscamos otro, con el precio que realmente vale, para que nos lleve al hotel. Lleno. Esa es la palabra que más suena en este y otros hoteles, caros y baratos. Pero el simpático dueño del Indah Hotel nos sube al coche y nos ayuda a buscar otra opción, marcando así la tónica general de esta zona. Nos quedamos en este cuchitril cochambroso y con olor a moho, restos de colillas en el baño y con ventana, sin mosquitera, a un ruidoso y cochino callejón. Es lo que hay. Sin embargo, Kota Ternate es una ciudad bastante agradable, ubicada en la isla del mismo nombre, isla que no es más que un volcán gigantesco, separada por unos centenares de metros por otra isla, Palau Tobelo, con idéntica morfología. Las mezquitas llaman a la oración y la gente no para de saludarnos, hacerse fotos con nosotros y pedirnos que se las hagamos a ellos. Encontramos una pizzería y nos la jugamos, pues no os podéis imaginar lo cansados que estamos ya de la cutre-comida indonesia. A parte del exquisito sabor a queso de verdad y el disfrute de la pizza de Ternate, poco más que contar, de momento, sobre esta ciudad que dejamos para el final de nuestro recorrido por el norte de Maluku.

 
El polvo de Tobelo

No, os vamos a contar nada de nuestra vida íntima, no os flipéis. Tras un par de horas de ferry y cuatro en un coche, llegamos a la ciudad de Tobelo, de la que sabíamos está rodeada de islas deshabitadas pero nada más. De lo demás no teníamos ni idea, como, por ejemplo, que está cubierta de un polvillo gris-negruzco que te deja los pies llenos de mierda, que está petada de ratas como conejos y que los mosquitos forman una población más que numerosa. Queríamos llegar a una zona para descubrir, no para ver si era verdad o mentira lo que nos habían contado, ver por nuestros ojos una zona de la que no nos hemos podido crear expectativas, porque para ello, necesitas esperar algo. Queríamos poder contar historias de algún lugar que pocos (o mejor nadie) conociese. Pues toma historia. Llegamos al Hotel Regina y el simpático recepcionista de nombre Gloria (no hay confusión de genero, es tal cual), nos pide hacerse una foto con nosotros, en la entrada del hotel, junto al reló de la abuela y junto al cuadro de la meca, porque nuestro amigo Gloria, además de llevar pantalones ajustados y andares de modelo también es musulmán.

Las sorpesas empezaron en la cena. Un taxista de ventor, otra especie de tuk-tuk, nos invita a cenar y terminamos hablando con un chaval que trabaja en el banco sobre la posibilidad de ir a su casa en una isla de esas guapas guapas el fin de semana. Antes nos encontramos con un hombre que está comenzando con un proyecto junto con un australiano y hacen buceos en la zona, incluido un volcán sumergido. No empieza mal la cosa. Nos vamos a dormir ilusionados mientras nos frotamos la mierdecilla negruzca de nuestros pies. Y empieza el ruido, nos dormimos y nada más y nada menos que a las cinco de la mañana, nos tocan la puerta con el desayuno. Da igual que lo expliques, saben el mismo inglés que la rata que sube y baja las escaleras de la parte trasera del hotel. Para rematar, una hora más tarde, Gloria vuelve con la bandeja. Menos mal que no entendía los insultos.

Evidentemente buscamos otro alojamiento, pero no hay suerte, o son más caros y sucios, o están llenos y huelen mal. Es menos mala de las opciones y claudicamos, habrá que explicarles que a los guiris no nos mola que nos despierten a esa hora con un plato de arroz con pescado. Y lo entendieron, pero los ruidos son los ruidos y los indonesios son así, ya os lo contamos. IMG_3803La sorpresa del día destinado a prepararlo todo fue cuando miramos hacia el volcán (aquí cada pueblo tiene el suyo y la mayoría activos), ligeramente despejado de nubes y con la boca abierta comprendemos porqué todo está lleno de ese polvo. Una nube gris y negra se expande hacia arriba y crece lentamente, de forma casi imperceptible. El volcán vomita a diario esa tierra, fina como la harina pero negra como el carbón. De repente recordamos donde estamos, es Maluku, en Indonesia, no es Benidorm.

Hacemos snorkel en la Black Beach, con arena negra negra negra y un buen arrecife que casi nadie conoce y esperamos a que Esther expulse las mucosidades del aire acondicionado del hotel de Bitung para bucear tras hablar con Jono, el australiano. Pero llega el día previo a las inmersiones y nada. Para colmo de males, el chaval con el cual nos íbamos a ir a su isla no aparece y el intercambio de mensajes desespera. Un poco frustrados buscamos una oficina de información turística que han escondido muy bien para que nadie la encuentre, bien lejos de la ciudad. Obtenemos el teléfono de Mr. Jus, un Dive Master y decidimos ir a visitar un pueblo junto a un lago cercano. Cinco días con Gloria en el Regina Hotel, junto con el polvo negro, hecho barro tras las lluvias, es demasiado tiempo para estar allí. A veces parece que los planes no quieren salir.
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Danao Duma

Tras hablar con Mr. Jus (a partir de ahora Sr. Zumo), reconstruimos planes. El primero de ellos es un hotelito cerca del lago Duma en el pequeño pueblo de Sokonora, al que llegamos en cuarenta minutos. Otra habitación cochambrosa y llena de mosquitos. Ponemos mosquitera y vemos como la gente cría a los peces en el lago. La habitación es cutre pero la ventana está literalmente encima del lago y las vistas son una pasada. IMG_3857Ya en Tobelo, la atención que nos prestan los indonesios había cambiado. Somos el centro de atención, todos nos saludan y se les ve felices cuando intercambiamos las cuatro palabras que conocemos en su idioma. Es increíble cruzarte con un tipo que está sentado, fumando y con cara de malo de película, mirarle, sonreír y saludarle, para ver como su expresión cambia hasta la sonrisa más espléndida y complacida. En Tobelo llegamos a contar un total de 72 “hello mister”, sin incluir otros saludos o comentarios (pero incluyendo un “hello sister”¿?). No es el día en el que más veces nos lo han dicho. Pero Sokonora rizó el rizo. Salimos a pasear y vemos como los niños son menos decididos, se esconden a nuestro paso. La gente saluda pero todos, absolutamente todos, se quedan mirando con caras extrañas. Si hubiésemos sido dos alienígenas verdes con tres cabezas no habrían reaccionado de otra forma. IMG_3869Los niños huían cuando les saludamos, e incluso dos señoras salieron corriendo cuando Javi fue a enseñarles una foto que había hecho a unos niños. Rematamos cuando, sentados a la sombra en un banco, un hombre que salía de rezar se acerca a hablar con nosotros y, en ese instante, los niños pierden el miedo y se acercan. Cerca de treinta chicos y chicas que salían de la mezquita se agrupan a nuestro alrededor (los chicos al lado de Javi y las chicas al de Esther). Se ríen nerviosos, juegan entre ellos y volvemos a tener la sensación de ser celebridades. Esther saluda a una niña y la reacción, ante ese gesto, es salir corriendo y desaparecer entre las casas. La sensación de celebridad no es nada. Nosotros somos el centro de atención, somos los turistas pero el objeto turístico somos nosotros, es increíble y nos maravilla, nos asombra y, por supuesto, nos abruma.
Pero esto no fue todo, para no enrollarnos más, en Sokonora. Por la tarde salimos hacia el lado contrario, que es el cristiano. Es una curiosa separación, que no parece tener más trascendencia, pues al preguntar resulta que las familias están mezcladas entre ambas religiones y la convivencia, desde hace unos diez años, es pacífica. Por lo que podemos entender antes de esta paz los problemas entre ambas religiones eran muy graves y en toda la zona de Halmahera Utara (la isla donde estamos) los conflictos eran habituales, quemando iglesias y mezquitas, matándose entre ellos y demás. IMG_3900Pero eso es el pasado y salvo los políticos que siguen usando la religión como medio para su egoísta fin, la gente vive en paz y se la pela completamente el credo de su vecino. Volviendo a nuestra visita al lago, terminamos la tarde sentados en casa de una simpática señora, llamada Rinchel, tras habernos bebido y comido un par de cocos, de nuevo rodeados por todo el que pasó y se quiso quedar, tomando té y pastas, fruta y charlando con Rinchel que algo de inglés sabe y está de lo más contenta contándonos el viaje que hizo, años atrás, a Holanda. Esther termina con un colgante que le regala a pesar de nuestra insistencia de que no era necesario. Nos prometemos volver con un par de fotos impresas al día siguiente para regalárselas pero atentos por la desconfianza que nos crea tanta amabilidad.

Pero en este pueblo hay que rendirse a la gente. Cuando encontramos quién nos imprima las fotos y, lo hace, tras enseñarnos las suyas, nos hace fotos con su mujer y con su nieta y salimos de la casa con nuestras fotos, las que nos ha hecho él como regalo, y con un tapper lleno de galletas caseras que ha cocinado su mujer. Por cierto, llegamos a esta casa en moto, la que nos dejó, completamente gratis, una mujer a la que preguntamos donde se podía alquilar una para visitar el lago (por supuesto se la devolvimos con bastante más gasolina que cuando nos la llevamos). Cuando le damos las fotos a Rinchel se alegra enormemente y nos dice que dos niñas nos quieren llevar un pastel para desayunar en el hotel. Como parece ser que eso es a las cinco de la mañana, les decimos que nos pasamos nosotros y el lío termina con una invitación a comer antes de salir del pueblo de vuelta a Tobelo. Por cierto, la vuelta al lago rodeado de selva, preciosa, pero aquí toca hablar de la gente.
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Preparamos mochilas para la vuelta y nos vamos a casa de nuestra amiga. Mientras Javi se queda comiendo cacahuetes (cortesía de algún vecino), Esther se va al final de la misa y después a rezar con las señoras del pueblo. Comemos con Rinchel, le damos un libro en inglés que no queremos por si le sirve de algo (es profesora) y nos lo agradece como si le hubiésemos regalado el apartamento del 1,2,3 en Torrevieja. Lejos de pedirnos nada, nos dieron toda la hospitalidad que se puede esperar y mucho más. Dejamos Sokonora maravillados por la gente que aún no ha sido corrompida por el deseo del dinero del turista, que no quieren nada más que tu compañía, tanto como nosotros la suya y, en resumen, hacen de esta parte del viaje algo más que inolvidable.

 
Spanyol empat, Itali noll

Y volvimos al Regina Hotel. Pero no somos masocas, hay una razón. Ni más ni menos que la invitación del Sr. Zumo para ver el partido en su pueblo, donde ponen una pantalla gigante para verlo en directo, a las cuatro de la mañana hora local. Y es que los indonesios están de lo más flipado con el futbol. Desde que comenzó la Eurocopa las banderas de los países participantes ondeaban en todas partes, se pintaban en fachadas y se colgaban de los bemos. Pegatinas con los colores de los países se colocan decorando todos los vehículos, desde motos a camiones. Pero la alemana y la española predominan. Lo curioso es que algunas van desapareciendo conforme los equipos son eliminados, multiplicándose las de los ganadores hasta que solo se veían la española y la italiana. Cuando un indonesio te mira y te dice: ¿derimana? contestas: spanyol, ante lo cual empiezas a escuchar los nombres de la alineación. Les encanta el futbol y no se pierden un partido.
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En fin, que el Sr. Zumo nos recoge a las dos de la mañana, tras haber dormido tres miserable horas y nos lleva con un colega en moto hasta su pueblo, de cuyo nombre nos es imposible acordarnos, donde unas cincuenta personas esperan el comienzo del partido. Y lo que viene después lo sabéis tan bien como nosotros, lo que no sabéis es que esta peña se volvía loca a cada gol, terminaron cantando el campeónes, campeones, oe oe oeeee!!! con nosotros y, no sabemos si por ser guiris, del país ganador o porque les caimos bien, no pagamos ni un duro por los cafés, el ginger jus y los plátanos fritos que no paraban de traer. Culminamos viendo como una caravana de motos y bemos con banderas de más de dos metros (españolas, claro) se pasean por la carretera gritando y pitando. Vamos, como en casa aunque un poquito acojonados cuando se ponían a gritar, menos mal que no beben alcohol porque si no en lugar de ver el partido habríamos terminado escondidos tras una platanera.
 

Pulao Kakara

Y con la euforia futbolística, flipando por el ambiente y por, como no, colarle cuatro goles a los italianos (creemos que la nariz de Luis Enrique habrá terminado de sanar con esto), nos pillamos el bote a la cercana isla de Kakara, donde del Sr. Zumo regenta un hotelillo en el cual nos hace un precio muy bueno incluyendo las comidas. A ver si en la isla podemos dormir porque solo en los lugares para guirs se puede descansar como es debido. Pero no, que mala suerte que durante dos días tenemos a un grupo de niños, mezcla de boy scouts y juventudes cristianas y, con un rollo paramilitar de lo más chungo, haciendo el gilipollas día y noche. IMG_3967Pero la isla es para flipar y al final se van. A las doce del medio día, el arrecife de coral que rodea una parte de la playa se queda completamente al descubierto al bajar la marea. El snorkel es una pasada y, la playa también. Lástima que, como todos los lugares de uso turístico de indonesios, está bastante sucia, aunque solo una parte. El lugar es precioso, palmeras, árboles y todo eso, la arena no es blanca pero el paisaje es genial. Asombra estar en la playa, viendo el coral fuera del agua, con una isla virgen a un lado y el volcán que os comentábamos tirando humo, ceniza y tierra. Esta parte es de lo más salvaje, dentro y fuera del agua. El día que queríamos bucear, el Sr. Zumo, al más puro estilo indonesio llega super tarde y decidimos dejarlo para el día siguiente. Para compensar nos lleva a otra isla a hacer snorkel gratis. Y esa pequeña isla nos la compraríamos para vivir en el paraíso. Arena fina y más blanca y con un arrecife de coral precioso en el que Javi, bajando unos metros, encontró un tiburón de punta de aleta blanca. Terminamos el snorkel de noche y volvemos al “resort” a comer verduritas cocinadas por la más que simpática familia que cuida el garito.
 

¿Alguna vez has buceado sobre el cráter de un volcán?

Tal vez está feo decirlo así, pero es que para seguir flipando, flipamos en esta inmersión. Tres cráteres pequeños, a 12, 22 y 27 metros, que sueltan un agua de lo más calentita, desfigurando la visión y conformando, junto a la roca volcánica, el lugar con más color que jamás hemos visto. Anémonas violetas, corales verdes, azules y blancos perfectos, de una intensidad bestial. Docenas de nudibranquios (unos bichos pequeños y con muchos colorines que nos molan mucho en este modo friki acuático en el que nos hemos metido). Pocos peces pero lo que importa es el color, y el calor del agua que sale entre rocas y corales, junto con la visión de los pequeños cráteres. Tras esto, comemos en una playa de lo más bonita y nos hacemos otra inmersión, en un muro plagado de nudibranquios y con un coral decente.

Pero no olvidemos una cosa, estamos en el culo del mundo y aquí las cosas son como son. El barco son cuatro maderas clavadas y pintadas que hace un ruido del infierno. Hay que equiparse en el agua porque en el barco apenas cabemos. El Sr. Zumo tiene menos flotabilidad que los plomos de su cinturón y, tras preguntarle los datos de la inmersión, comprobamos que el muy cenutrio ni tan solo lleva ordenador. Está bien eso de no usar ordenador en dos inmersiones a casi 30 metros, con corrientes (eso si, no muy fuertes), y con la cámara de descompresión más cercana en… bueno, en Manado, suponemos…
IMG_0507Terminamos los días en Kakara visitando el pueblo en compañía de un señor muy simpático al que Esther conoció en la playa, mientras andaba sola, y que apareció entre las palmeras con un machete y preguntando: “Can I talk with you?”. En España habría salido corriendo y gritando algo así como “¡a mi la Guardia Civil!”, pero aquí no hay de que preocuparse (casi nunca) y estas historias terminan con experiencias de lo más agradables, o lo que es lo mismo, tomando café en su casa y recibiendo como regalo la concha de un nautilus (bicho muy grande y muy difícil de encontrar).
 



Sultanatos volcánicos


IMG_3980Y toca volver a Ternate. Tanto Ternate como la vecina Tidore fueron sultanatos independientes, a diferencia del norte de Halmahera son de mayoría musulmana y, como os decíamos, las dos tienen en medio un pedazo de cono de volcán cubierto de selva. Llegamos de noche y de nuevo todo full. Nos damos un descanso y vamos a un hotel de verdad, porque la otra opción es una de las peores habitaciones que hemos visto en todos estos meses (y mira que tiene que estar mal para superar a India). Al día siguiente nos mudamos a otro lugar del que nos fuimos a la siguiente mañana porque no nos llegaron a dar las sábanas tras un continuo, preguntar y obtener como respuesta el luego… Y es que aquí no hay casi turistas. En tres semanas vimos a una pareja de escoceses, de la que ya nos habían hablado y a un par de australianas que trabajan en una ONG y sus amigos. También nos dijeron, en el tercer hotel de Ternate, que había pasado otro bulé por allí. Poca información, todo muy difícil de organizar y hacer, nadie habla inglés y los hoteles son muy cochinos y de lo más ruidoso. A cambio obtenemos toda la atención de la gente, mil sorpresas y la satisfacción de haber llegado a lugar totalmente desconocido y haber descubierto cosas maravillosas y una gente que lo supera todo. Alquilamos una moto para conocer Ternate y dejamos Tidore porque estamos cansados. El norte de Maluku ha sido mejor de lo que esperábamos pero estamos agotados, necesitamos relajarnos y para eso nada mejor que coger un vuelo interno y dirigirnos al sur de Sulawesi, a una de esas zonas chulas petadas de guiris y, por lo tanto, hipercómodas.
 

Tana Toraja

Y en una horita y media nos plantamos en Makassar, la capital de Sulawesi, para hacer un poco de tiempo y pillar un bus nocturno hacia Rantepao, en el corazón de la cultura Toraja. Y posiblemente os preguntéis que tiene de especial esta cultura. Pues son grupo, para nuestra sorpresa de mayoría católica y minoría musulmana que construye unas casas con un tejado de lo más característico para, según nos contó nuestro amigo Amser, recordar que llegaron en barco, cientos de años atrás, a estas tierras. Pero si hay algo que mueve a hordas de turistas a dejar sus resorts en Bali y venir hasta aquí es la posibilidad de asistir a sus rituales funerarios. Os contamos como lo descubrimos porque hacerlo de otra forma sería mentir conscientemente, así que si algo de esto no es preciso es mentira inconsciente.

Llegamos al hotel recomendado por Ruth, la amiga canaria que no es la que vive en nuestra casa, para los despistados. Como son las seis de la mañana tenemos que esperar a que dejen libre la habitación, así que nos aseamos y nos vamos en bemo a Siguntu, que no Sagunto, porque nos han dicho que allí hay un funeral grandote. Pasamos de los guías porque aquí, como buena zona guiri, dan unos sablazos espantosos y no llevamos meses ahorrando y gastando poco en el viaje como para desparramar. Llegamos al lugar de la ceremonia y tanto las constrIMG_4031ucciones típicas de los Toraja como el ambiente nos sobrecogen. Mucha gente, más búfalos y cerdos que personas, música y un tipo gritando cosas en la lengua local por unos altavoces. Subimos por unos escalones y nos maravillamos con lo que, minutos después, nos dijeron que es la recepción de una parte de la familia. Las ceremonias duran unos tres días según nos habían dicho, esta en concreto duró nueve. Llegamos el último día de recepción. La parte de la familia recorre el centro del recinto en fila, siguiendo a tres hombres disfrazados que danzan y de un señor muy serio, con dos niñas caracterizadas como las princesas de Star Wars y de una mujer que canta, mientras un numeroso grupo de personas toca un ritmo con cañas de bambú. Impresionan los colores, la música, los vestidos y la ceremonia, distendida y solemne al mismo tiempo. Tardan poco en invitarnos a un café y después a unos dulces, seguimos paseando y unos niños bien majos que habíamos conocido nos hacen subir a la parte de edificación que ocupa su familia. Allí conocemos a Amser, nieto del difunto, que nos da de comer y beber, nos lleva a un lugar privilegiado para disfrutar de la pelea de búfalos (disfrute que es posible gracias a lo poco violento de la pelea, no imaginamos animal más manso… bueno si, las tortugas, pero las tortus son las tortus) y nos presenta a familiares entre explicaciones y respuestas a nuestras preguntas.

Nos llama la atención la barbaridad de dinero que gastan en la ceremonia. Mientras los familiares representan su recepción, trabajadores llevan las ofrendas de esa parte de la familia. IMG_4049Búfalos de hasta 7000 o 9000 euros y cerdos de precios astronómicos. Se gastan un dineral en construir los edificios de bambú donde comerán y descansarán los cientos de invitados y familiares durante la ceremonia. Una auténtica ostentación de poder económico. Un derroche. La suerte quiso que tras este primer día, volviendo andando y hablando de lo que habíamos visto, nos parasen y nos invitasen a otra ceremonia. Esta era distinta. En el caso de la grande, el difunto llevaba casi un año muerto, pues necesitan mucho tiempo para organizar tal evento y para ahorrar dinero. En esta segunda el hombre murió tres días antes y la familia se había reunido para pasar un día juntos. En el primer caso, pertenecen a la nobleza de los Toraja. En el segundo, tan solo gente normal y corriente. Lo que tienen en común es las ganas de recibirnos, en un evento que en nuestra cultura es solo para la familia, sorprendiéndonos las ganas que tienen de hablar contigo y de ser hospitalarios.
 
IMG_4161Al día siguiente volvemos para ver la parte más llamativa. El sacrificio de los búfalos. En la vida hemos visto ni veremos más sangre que aquí. Directamente levantan el hocico del manso animal y con un cuchillaco le dan un tajo en la garganta, con la consecuente estampida del búfalo y el reguero de sangre. Cuando llegamos ya habían sacrificado a la mayoría. Los animales muertos se acumulan para ser despellejados, descuartizados y su carne repartida entre los familiares y los trabajadores que hacen la faena. Teníamos la esperanza de que nos invitasen a un buen chuletón pero falló… no siempre se nos concede lo que queremos, aunque si casi siempre. Nos despedimos de Amser que dice espera vernos cuando volvamos a Makassar.

Los demás días los dedicamos a recorrer en moto los alrededores de Rantepao. Unos paisajes preciosos en los que se alternan las palmeras, árboles, ríos, terrazas de arroz, las preciosas construcciones toraja y bloques de roca negra en los que se cavan nichos para algunos de los entierros. Intentamos volver a probar suerte por si nos invitan a búfalo en otra ceremonia que encontramos pero no hay suerte. En el restaurante que hay frente al hotel es más fácil y así lo hicimos. Nos detenemos a charlar con la gente que construye las casas, con los que las habitan, con todo aquel que se presta, como siempre. Hacemos fotos y volvemos para ducharnos y cenar. Hacemos el guiri, aunque a nuestro estilo, y lo disfrutamos.
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Final de Indonesia. Episodio I

Y de nuevo bus nocturno, en el que mientras intentamos dormir y les da por poner la música a las dos y media de la mañana, nos descubrimos imaginado trocear al menda del radiocasete con uno de los cuchillos toraja. Llegamos a Makassar. El día anterior le habíamos mandado un sms a Amser, por hacer algo hasta la hora de comer, antes de ir al aeropuerto. Y de nuevo la hospitalidad indonesia nos deslumbra. Nos recoge a media mañana, nos lleva a su casa y charlamos hasta la hora de comer. Por supuesto nos invita, nos imprime las tarjetas de embarque y nos lleva al aeropuerto. Nos despedimos con la esperanza de que algún día pueda visitar España y le podamos devolver el estupendo rato que nos ha brindado.

Dejamos la primera parte de Indonesia. Dejamos Sulawesi y Maluku. Dejamos una de las zonas más espectaculares de nuestro viaje por todo lo que nos ha ofrecido. Nos llevamos imágenes de volcanes, tortugas, islas y montañas. Nos llevamos, sobre todo, el recuerdo de mil caras que nos devuelven una sonrisa, de docenas de personas que nos han hecho sentir el centro del mundo, que nos han hecho sentir especiales. Nos marchamos de esta parte del planeta orgullosos de nosotros mismos por lo que hemos hecho, por lo que estamos haciendo.

Volveremos en un par de semanas a la parte más turística y sentimos que va a ser diferente. Ahora volvemos a poner nuestra mirada en Malaysia, en lo que nos queda. La última etapa de nuestro viaje la marcan las visitas. En Kuala Lumpur, hacía donde volamos mientras escribimos este tocho de entrada (creemos que merece la pena), nos esperan Paco y Esther. En breve seremos más. Tenemos ganas de compartir historias y viaje con amigos y, como os podréis imaginar, nuestros aguerridos lectores, nos traen jamón y queso. Tiempo atrás quedó la visita de Amanda y Águeda con aquella maleta llena de ilusión y embutido. En unas horas comeremos queso y, lo mejor de todo lo volveremos a hacer en buena compañía.
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domingo, 1 de julio de 2012

Las andanzas por Indonesia

 

Tras los días de intenso relax en las Togean, todo el grupo reunido en la playa de Sifa Cottages emprendemos el viaje, en nuestro caso de regreso a Gorontalo. Llegamos por la noche y al día siguiente, dejando a los alemanes y al londinense en la ciudad, nos marchamos junto con Ruth a Manado. Allí nos espera nuestro siguiente contacto vía Couchsurfing. La nueva etapa del viaje por Indonesia la marca nuestro destino más remoto. Tras tantos meses de viaje, tenemos ganas de llegar a algún lugar totalmente desconocido. Donde no haya estado nadie que conozcamos, sin referencias, con escasa información en cualquier guía de viaje y, donde suponemos, no llegarán muchos turistas, precisamente por eso, por desconocido y poco accesible. Barajamos varias ideas, pero al final nos decantamos por el norte de Maluku, el archipiélago que se encuentra entre Sulawesi y Papua. Pero antes de eso hay que hablar de lo sucedido en Manado y la incursión en la más que turística isla de Bunaken.

 

Y el contacto salió rana

Llegamos a Manado y Davidson nos espera en su campus. Estudia biología marina y teníamos pensado bucear con él en Bunaken y en el estrecho de Lembeh. Llegamos al campus y Ruth continúa hacia un hotel en la ciudad. Nos despedimos hasta el día siguiente y Davidson nos lleva a su “laboratorio”. Como resulta que su habitación es muy pequeña nos dice que podemos dormir en el edificio. Las universidades que conocemos no son lo mismo. El lugar donde nos pretende acomodar es una habitación, con dos colchones asquerosos (y eso que llevamos tiempo durmiendo en lugares cochambrosos), en una habitación llena de frikis jugando con un ordenador y dando patadas voladoras a un coco colgado de la puerta. La mezcla entre piso ocupa y congreso de Star Trek nos hace cambiar de opinión y nos vamos a un hotel. Davidson y un colega nos llevan en moto y nos despedimos hasta el día siguiente. Y nunca más se supo.

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IMG_3638Los planes de bucear, ir con él a Bunaken y demás se quedan en nada. Nos rencontramos con Ruth y comenzamos a buscar algún operador de buceo barato en Bunaken o en Manado. Al final decidimos ir a la isla a ver que pasa porque todo es muy confuso. Por supuesto, el intercambio de mensajes con nuestro anfitrión tampoco nos sirve de mucho. Nos entretenemos mucho conversando con Ruth, Javi se queda en el hotel leyendo y dejando descansar su pie tras el ataque de la puñetera estrella de mar con pinchos y Esther deambula por la ciudad con nuestra amiga canaria. Finalmente nos despedimos de ella y de Manado, que como ciudad grande y llena de centros comerciales solo nos brindó la oportunidad, después de más de ocho meses de viaje y la cutre-gastronomía indonesia, de cenar en un Pizza Hut. Nos vamos a la isla de Bunaken, donde una pareja de Valencia ha llegado a unas cabañitas majas que nos recomiendan. En el puerto, sin embargo, nos hacen una buena oferta para otro lugar, con muy buen precio y nos embarcamos. Tres horas en el barco esperando a que salga para un trayecto de menos de media hora.

 

Dive in Bunaken

IMG_0236Llegamos al lugar y flipamos. No por la isla y las playas, ya que hemos estado en mejores, sino por la habitación y la comida. ¡Tenemos ducha!, algo que no habíamos visto desde que entramos, hace casi un mes, a Indonesia, puesto que aquí lo que se estila es el mandi mandi, que viene a ser un cacito con un cubo o una pila. La cena nos llegó al corazón antes que al fondo del estómago, así como el resto de las comidas durante los tres días que estuvimos aquí. No comíamos tan bien desde que los filipinos nos invitaban a cochinillo a la brasa.

IMG_0172Por la parte del buceo, el lugar es un poco más caro, pues lo comparte con el resort más pijo de toda la isla, pero nos llevan gratis con el barco a hacer snorkel y la diferencia no es mucha, además el alemán que lleva el buceo parece de lo más competente. El punto definitivo es que cuando al primero del grupo se le empieza a terminar el aire, todos suben para hacer la parada de seguridad y van saliendo a la superficie cuando se les va terminando el aire, cuando lo normal es que si uno empieza a tener poco, se vayan todos para fuera. El primer buceo de los dos que vamos a hacer no tiene nada de especial, probablemente el peor que hemos hecho en el viaje, pero el segundo es un muro espectacular, de esos que a más de 20 metros de profundidad no ves el fondo. Vemos caballitos de mar pigmeos, que miden menos de 5 milímetros y, con la historia de salir cuando consumes el aire, Esther continúa cuando Javi sale y en esos minutos ve un par de tiburones, una tortuga, mucho coral y mucha vida. Terminamos muy contentos y volvemos a la isla para darnos una buena cena y preparar nuestra partida.

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Como queremos ir a uno de esos lugares remotos y aquí los barcos salen una vez cada dos semanas, dejamos la buena comida de nuestro garito de Bunaken. Como he dicho nuestro “resort” (nombre que se pone al azar, nada que ver con los resorts europeos) está junto al más caro de la isla y alucinamos con los precios que pagan por pasar la noche en sus bonitas cabañas y bucear en esta isla petada de coral y de peces. Te quedas con la sensación de que a mucha gente no le importa pagar precios europeos en lugares donde ese dinero da para mucho más. Tal vez es el precio que hay que pagar por tener tus vacaciones totalmente planificadas desde casa y sin complicarte la vida en lugar de andar buscándotela a cada minuto.

 

¿Bucear en Lembeh?

Nuestra intención tras bucear en Bunaken era ir al estrecho de Lembeh, dormir en Bitung, ciudad portuaria que conecta Sulawesi con Maluku y Papua, buscar algún lugar donde bucear y largarnos el 21 de junio para Maluku. En Bitung no hay nada y al final nos vamos a la isla de Lembeh para ver si encontramos algún resort de buceo o algo así. Llegamos y allí no encontramos nada de nada. Finalmente llamamos a uno de los que aparecen en la guía, puesto que en el pueblo de Lembeh no hay alojamiento. Mientras nos dicen por teléfono los precios abusivos de dormir y bucear allí vemos como el ferry sale de camino a Bitung dejándonos allí totalmente tirados. Queríamos bucear en Lembeh porque es un lugar distinto, no hay coral, solo bichos extraños que son difíciles de encontrar en otro lugar. Pero a pesar de las ganas de ver esas cosas, seguimos teniendo algunos principios y, del mismo modo que nos parecía mal lo que cobraban a la gente en algunos lugares de Bunaken, nos parece absurdo pagar IMG_3675cuarenta euros por noche en una cabaña con aseo compartido cuando además queremos bucear allí, siendo las inmersiones más caras que en cualquier otro sitio en el que hemos estado. Por todo ello, decidimos pasar de los bichos raros, preguntamos en el pueblo y, finalmente, una familia nos alquila por poco dinero una habitación con una de las mejores camas en las que hemos dormido en los últimos meses. Nos hacen la cena, nos dan de desayunar y comer antes de volver al día siguiente a Bitung. Pasamos las horas jugando con un montón de niños que se acercan a casa de sus vecinos para ver a los bulé (término no despectivo que usan para designar a los guiris). A pesar de que nuestro bahasa indonesia no es muy bueno y allí no hablan inglés, la experiencia es genial. Sobre todo cuando tuvimos que ir a casa de un vecino, algo así como el jefe de esa zona del pueblo, para que examine nuestros pasaportes y nos de permiso para dormir allí. Por supuesto no hay ninguna pega y el hombre disfruta tanto como nosotros de las cuatro palabras que podemos intercambiar (Javier Fernández de la Torre, family Fernando Torres; Esther Coves López, family Jennifer López). Un paseíto por el pueblo ante la atenta mirada de todo aquel con el que nos cruzamos. Llevamos tiempo siendo el centro de atención allá donde vamos y hemos aprendido que, si no nos saludan antes, una sonrisa de oreja a oreja hace cambiar la cara más sería por la más amigable de todos los indonesios.

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Al día siguiente volvemos a Bitung y pasamos un par de días en un hotelillo cómodo y agradable, saliendo a pasear por las calles cercanas al pueblo sin parar de saludar a todo el mundo y descubriendo alguna comida más apetitosa de lo habitual. Hay que cargar las pilas antes de coger un ferry cuyo trayecto hasta Kota Ternate, la capital del norte de Maluku, durará toda la tarde, la noche y parte de la mañana.

 

Otra noche en un barquito

Tras la experiencia del viaje desde Tarakan a Toli-Toli estábamos más que preocupados por el barco, los ruidos, las cucarachas y demás. Llegamos al ferry, cutre como el que más y lleno de mierda. Pero nos insisten y, a pesar de haber pagado la tarifa más barata, nos IMG_0299meten en la “sala VIP”. No os penséis que es una maravilla. Dos televisores con el volumen a toda castaña, gente fumando, alguna rata pululando por ahí, aseos cutres y demás. Pero con unas butacas reclinables que, junto con los tapones para los oídos, nos permiten dormir con bastante comodidad, salvo cuando empezaron a ver el partido de cuartos de Alemania contra no recordamos quién (ya hablaremos del futbol más adelante), que era a las tres de la madrugada hora local. En fin, que llegamos a Ternate por la mañana, a la hora prevista, cosa increíble después de tardar más de tres horas en salir de Bitung. Indonesia es así.

Y dejamos nuestras andanzas por Maluku para la próxima entrada, pero antes queremos hablar de nuestra convivencia con los indonesios.

 

La convivencia en indonesia

Nos hemos cansado de escribir, y vosotros de leer, lo majos que son los indonesios. Desde nuestra llegada la gente no deja de saludarnos. En parte porque somos de los poquitos turistas que ven y, en mayor medida, porque les gusta y les apetece, por majetes, saludar a los bulé con el característico “Hello Mister!”. Da igual que sea en un entierro (como nos pasó en Toli-Toli), cuando pasan con la moto o en la caja de un camión, nos lo dicen por los altavoces que montan en chiringuitos en mitad de la carretera para recaudar dinero para iglesias y mezquitas e, incluso, por la megafonía del ferry a la isla de Lembeh cuando nos estamos acercando al barco. Los pocos que saben hablar inglés se acercan a intercambiar unas palabras y, los que no, agradecen más que en ningún otro lugar que te hayas molestado en aprender cuatro cosas en su idioma. Las mujeres embarazadas le piden a Esther que les toque la barriga para que sus futuras criaturas sean tan guapas como ella. Adoran nuestras narices puntiagudas y nuestro color poco oscuro (no importa que estemos negros tras tantos meses de verano, sol y playas, ellos son más negros si o si).

Pero cuando llega la noche, cuando quieres tumbarte a leer un rato y dormir, te entran ganas de matar, matar y matar, sobretodo si esa noche la vas a pasar en un barco. Los teléfonos móviles se convierten en mini equipos de música. Puedes estar en una zona del barco de treinta metros cuadrados y estar escuchando, al mismo tiempo, tres melodías a toda castaña, más los dos televisores y los respectivos gritos. Esta peña no duerme, o lo hace poco, porque montan escandalera hasta muy tarde y a las cinco de la mañana están con la música a toda hostia y dando gritos como locos/as. Y suerte si el barco no tiene karaoke, porque si lo tiene, estate seguro de que a las 5 en punto empezará a sonar a un volumen inhumano. Las motos, los bemos (minibuses), los camiones y demás, circulan con ruidosos tubos de escape y con equipos de música que serían la envidia de cualquier macarra maquinero y su coche tunning. Son bastante cochinos y, en esta zona donde estamos entrando, sobre todo en los lugares menos turísticos, los hoteles solo nos recuerdan a India. Respecto a las playas, las podemos clasificar en dos tipos, las que frecuenta el turismo local y las dirigidas a turismo extranjero. Las primeras son bastante parecidas a un parque después de un botellón, en las que para poder pisar la arena tienes que sortear cientos de envases de plástico esparcidos por todas partes. En las segundas siempre hay alguien que se preocupa de recoger los posibles plásticos porque saben que a los bulés no nos gustan.

Sin embargo hay que quererlos. Como nos dijo nuestro colega de Toli-Toli, aquí os tratan como a celebridades y, estamos seguros de que, cuando dejemos esta zona del norte de Sulawesi y Maluku, echaremos de menos ser el centro de todo lo que acontece, las caras amables, las sonrisas, los niños alborotando como si fuéramos su futbolista preferido, etc. Tras tantos meses de viaje nos hemos acostumbrado a muchas cosas, también nos vamos cansando de tantas otras, pero en esta zona a la que los guiris venimos de uvas a peras y con cuentagotas, hay que echarle paciencia y mucha paciencia. Merece la pena estar aquí, aunque todos los días a las cinco de la madrugada los quieras exterminar, son de lo mejor que hemos encontrado, junto con los filipinos y, para nosotros es un placer poder disfrutarlo.

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