domingo, 1 de julio de 2012

Las andanzas por Indonesia

 

Tras los días de intenso relax en las Togean, todo el grupo reunido en la playa de Sifa Cottages emprendemos el viaje, en nuestro caso de regreso a Gorontalo. Llegamos por la noche y al día siguiente, dejando a los alemanes y al londinense en la ciudad, nos marchamos junto con Ruth a Manado. Allí nos espera nuestro siguiente contacto vía Couchsurfing. La nueva etapa del viaje por Indonesia la marca nuestro destino más remoto. Tras tantos meses de viaje, tenemos ganas de llegar a algún lugar totalmente desconocido. Donde no haya estado nadie que conozcamos, sin referencias, con escasa información en cualquier guía de viaje y, donde suponemos, no llegarán muchos turistas, precisamente por eso, por desconocido y poco accesible. Barajamos varias ideas, pero al final nos decantamos por el norte de Maluku, el archipiélago que se encuentra entre Sulawesi y Papua. Pero antes de eso hay que hablar de lo sucedido en Manado y la incursión en la más que turística isla de Bunaken.

 

Y el contacto salió rana

Llegamos a Manado y Davidson nos espera en su campus. Estudia biología marina y teníamos pensado bucear con él en Bunaken y en el estrecho de Lembeh. Llegamos al campus y Ruth continúa hacia un hotel en la ciudad. Nos despedimos hasta el día siguiente y Davidson nos lleva a su “laboratorio”. Como resulta que su habitación es muy pequeña nos dice que podemos dormir en el edificio. Las universidades que conocemos no son lo mismo. El lugar donde nos pretende acomodar es una habitación, con dos colchones asquerosos (y eso que llevamos tiempo durmiendo en lugares cochambrosos), en una habitación llena de frikis jugando con un ordenador y dando patadas voladoras a un coco colgado de la puerta. La mezcla entre piso ocupa y congreso de Star Trek nos hace cambiar de opinión y nos vamos a un hotel. Davidson y un colega nos llevan en moto y nos despedimos hasta el día siguiente. Y nunca más se supo.

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IMG_3638Los planes de bucear, ir con él a Bunaken y demás se quedan en nada. Nos rencontramos con Ruth y comenzamos a buscar algún operador de buceo barato en Bunaken o en Manado. Al final decidimos ir a la isla a ver que pasa porque todo es muy confuso. Por supuesto, el intercambio de mensajes con nuestro anfitrión tampoco nos sirve de mucho. Nos entretenemos mucho conversando con Ruth, Javi se queda en el hotel leyendo y dejando descansar su pie tras el ataque de la puñetera estrella de mar con pinchos y Esther deambula por la ciudad con nuestra amiga canaria. Finalmente nos despedimos de ella y de Manado, que como ciudad grande y llena de centros comerciales solo nos brindó la oportunidad, después de más de ocho meses de viaje y la cutre-gastronomía indonesia, de cenar en un Pizza Hut. Nos vamos a la isla de Bunaken, donde una pareja de Valencia ha llegado a unas cabañitas majas que nos recomiendan. En el puerto, sin embargo, nos hacen una buena oferta para otro lugar, con muy buen precio y nos embarcamos. Tres horas en el barco esperando a que salga para un trayecto de menos de media hora.

 

Dive in Bunaken

IMG_0236Llegamos al lugar y flipamos. No por la isla y las playas, ya que hemos estado en mejores, sino por la habitación y la comida. ¡Tenemos ducha!, algo que no habíamos visto desde que entramos, hace casi un mes, a Indonesia, puesto que aquí lo que se estila es el mandi mandi, que viene a ser un cacito con un cubo o una pila. La cena nos llegó al corazón antes que al fondo del estómago, así como el resto de las comidas durante los tres días que estuvimos aquí. No comíamos tan bien desde que los filipinos nos invitaban a cochinillo a la brasa.

IMG_0172Por la parte del buceo, el lugar es un poco más caro, pues lo comparte con el resort más pijo de toda la isla, pero nos llevan gratis con el barco a hacer snorkel y la diferencia no es mucha, además el alemán que lleva el buceo parece de lo más competente. El punto definitivo es que cuando al primero del grupo se le empieza a terminar el aire, todos suben para hacer la parada de seguridad y van saliendo a la superficie cuando se les va terminando el aire, cuando lo normal es que si uno empieza a tener poco, se vayan todos para fuera. El primer buceo de los dos que vamos a hacer no tiene nada de especial, probablemente el peor que hemos hecho en el viaje, pero el segundo es un muro espectacular, de esos que a más de 20 metros de profundidad no ves el fondo. Vemos caballitos de mar pigmeos, que miden menos de 5 milímetros y, con la historia de salir cuando consumes el aire, Esther continúa cuando Javi sale y en esos minutos ve un par de tiburones, una tortuga, mucho coral y mucha vida. Terminamos muy contentos y volvemos a la isla para darnos una buena cena y preparar nuestra partida.

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Como queremos ir a uno de esos lugares remotos y aquí los barcos salen una vez cada dos semanas, dejamos la buena comida de nuestro garito de Bunaken. Como he dicho nuestro “resort” (nombre que se pone al azar, nada que ver con los resorts europeos) está junto al más caro de la isla y alucinamos con los precios que pagan por pasar la noche en sus bonitas cabañas y bucear en esta isla petada de coral y de peces. Te quedas con la sensación de que a mucha gente no le importa pagar precios europeos en lugares donde ese dinero da para mucho más. Tal vez es el precio que hay que pagar por tener tus vacaciones totalmente planificadas desde casa y sin complicarte la vida en lugar de andar buscándotela a cada minuto.

 

¿Bucear en Lembeh?

Nuestra intención tras bucear en Bunaken era ir al estrecho de Lembeh, dormir en Bitung, ciudad portuaria que conecta Sulawesi con Maluku y Papua, buscar algún lugar donde bucear y largarnos el 21 de junio para Maluku. En Bitung no hay nada y al final nos vamos a la isla de Lembeh para ver si encontramos algún resort de buceo o algo así. Llegamos y allí no encontramos nada de nada. Finalmente llamamos a uno de los que aparecen en la guía, puesto que en el pueblo de Lembeh no hay alojamiento. Mientras nos dicen por teléfono los precios abusivos de dormir y bucear allí vemos como el ferry sale de camino a Bitung dejándonos allí totalmente tirados. Queríamos bucear en Lembeh porque es un lugar distinto, no hay coral, solo bichos extraños que son difíciles de encontrar en otro lugar. Pero a pesar de las ganas de ver esas cosas, seguimos teniendo algunos principios y, del mismo modo que nos parecía mal lo que cobraban a la gente en algunos lugares de Bunaken, nos parece absurdo pagar IMG_3675cuarenta euros por noche en una cabaña con aseo compartido cuando además queremos bucear allí, siendo las inmersiones más caras que en cualquier otro sitio en el que hemos estado. Por todo ello, decidimos pasar de los bichos raros, preguntamos en el pueblo y, finalmente, una familia nos alquila por poco dinero una habitación con una de las mejores camas en las que hemos dormido en los últimos meses. Nos hacen la cena, nos dan de desayunar y comer antes de volver al día siguiente a Bitung. Pasamos las horas jugando con un montón de niños que se acercan a casa de sus vecinos para ver a los bulé (término no despectivo que usan para designar a los guiris). A pesar de que nuestro bahasa indonesia no es muy bueno y allí no hablan inglés, la experiencia es genial. Sobre todo cuando tuvimos que ir a casa de un vecino, algo así como el jefe de esa zona del pueblo, para que examine nuestros pasaportes y nos de permiso para dormir allí. Por supuesto no hay ninguna pega y el hombre disfruta tanto como nosotros de las cuatro palabras que podemos intercambiar (Javier Fernández de la Torre, family Fernando Torres; Esther Coves López, family Jennifer López). Un paseíto por el pueblo ante la atenta mirada de todo aquel con el que nos cruzamos. Llevamos tiempo siendo el centro de atención allá donde vamos y hemos aprendido que, si no nos saludan antes, una sonrisa de oreja a oreja hace cambiar la cara más sería por la más amigable de todos los indonesios.

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Al día siguiente volvemos a Bitung y pasamos un par de días en un hotelillo cómodo y agradable, saliendo a pasear por las calles cercanas al pueblo sin parar de saludar a todo el mundo y descubriendo alguna comida más apetitosa de lo habitual. Hay que cargar las pilas antes de coger un ferry cuyo trayecto hasta Kota Ternate, la capital del norte de Maluku, durará toda la tarde, la noche y parte de la mañana.

 

Otra noche en un barquito

Tras la experiencia del viaje desde Tarakan a Toli-Toli estábamos más que preocupados por el barco, los ruidos, las cucarachas y demás. Llegamos al ferry, cutre como el que más y lleno de mierda. Pero nos insisten y, a pesar de haber pagado la tarifa más barata, nos IMG_0299meten en la “sala VIP”. No os penséis que es una maravilla. Dos televisores con el volumen a toda castaña, gente fumando, alguna rata pululando por ahí, aseos cutres y demás. Pero con unas butacas reclinables que, junto con los tapones para los oídos, nos permiten dormir con bastante comodidad, salvo cuando empezaron a ver el partido de cuartos de Alemania contra no recordamos quién (ya hablaremos del futbol más adelante), que era a las tres de la madrugada hora local. En fin, que llegamos a Ternate por la mañana, a la hora prevista, cosa increíble después de tardar más de tres horas en salir de Bitung. Indonesia es así.

Y dejamos nuestras andanzas por Maluku para la próxima entrada, pero antes queremos hablar de nuestra convivencia con los indonesios.

 

La convivencia en indonesia

Nos hemos cansado de escribir, y vosotros de leer, lo majos que son los indonesios. Desde nuestra llegada la gente no deja de saludarnos. En parte porque somos de los poquitos turistas que ven y, en mayor medida, porque les gusta y les apetece, por majetes, saludar a los bulé con el característico “Hello Mister!”. Da igual que sea en un entierro (como nos pasó en Toli-Toli), cuando pasan con la moto o en la caja de un camión, nos lo dicen por los altavoces que montan en chiringuitos en mitad de la carretera para recaudar dinero para iglesias y mezquitas e, incluso, por la megafonía del ferry a la isla de Lembeh cuando nos estamos acercando al barco. Los pocos que saben hablar inglés se acercan a intercambiar unas palabras y, los que no, agradecen más que en ningún otro lugar que te hayas molestado en aprender cuatro cosas en su idioma. Las mujeres embarazadas le piden a Esther que les toque la barriga para que sus futuras criaturas sean tan guapas como ella. Adoran nuestras narices puntiagudas y nuestro color poco oscuro (no importa que estemos negros tras tantos meses de verano, sol y playas, ellos son más negros si o si).

Pero cuando llega la noche, cuando quieres tumbarte a leer un rato y dormir, te entran ganas de matar, matar y matar, sobretodo si esa noche la vas a pasar en un barco. Los teléfonos móviles se convierten en mini equipos de música. Puedes estar en una zona del barco de treinta metros cuadrados y estar escuchando, al mismo tiempo, tres melodías a toda castaña, más los dos televisores y los respectivos gritos. Esta peña no duerme, o lo hace poco, porque montan escandalera hasta muy tarde y a las cinco de la mañana están con la música a toda hostia y dando gritos como locos/as. Y suerte si el barco no tiene karaoke, porque si lo tiene, estate seguro de que a las 5 en punto empezará a sonar a un volumen inhumano. Las motos, los bemos (minibuses), los camiones y demás, circulan con ruidosos tubos de escape y con equipos de música que serían la envidia de cualquier macarra maquinero y su coche tunning. Son bastante cochinos y, en esta zona donde estamos entrando, sobre todo en los lugares menos turísticos, los hoteles solo nos recuerdan a India. Respecto a las playas, las podemos clasificar en dos tipos, las que frecuenta el turismo local y las dirigidas a turismo extranjero. Las primeras son bastante parecidas a un parque después de un botellón, en las que para poder pisar la arena tienes que sortear cientos de envases de plástico esparcidos por todas partes. En las segundas siempre hay alguien que se preocupa de recoger los posibles plásticos porque saben que a los bulés no nos gustan.

Sin embargo hay que quererlos. Como nos dijo nuestro colega de Toli-Toli, aquí os tratan como a celebridades y, estamos seguros de que, cuando dejemos esta zona del norte de Sulawesi y Maluku, echaremos de menos ser el centro de todo lo que acontece, las caras amables, las sonrisas, los niños alborotando como si fuéramos su futbolista preferido, etc. Tras tantos meses de viaje nos hemos acostumbrado a muchas cosas, también nos vamos cansando de tantas otras, pero en esta zona a la que los guiris venimos de uvas a peras y con cuentagotas, hay que echarle paciencia y mucha paciencia. Merece la pena estar aquí, aunque todos los días a las cinco de la madrugada los quieras exterminar, son de lo mejor que hemos encontrado, junto con los filipinos y, para nosotros es un placer poder disfrutarlo.

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2 comentarios:

  1. Yo creo q tenéis q cansaros de q siempre os diga lo maravillosas q son cada una de vuestras entradas en el blog. Lo malo es no poder ubicaros en el mapa porque todos esos sitios raros q ponéis y donde Estais metidos no aparecen en ningún lado..........muchos besos. Por cierto, la foto de Esther buceando, genial!!!!!!

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  2. Dimoni!!!que alegria ver tus comentarios, estas ganandote el premio al mejor apoyo a este nuestro proyecto de hacer el idiota por tierras lejanas. Piensate que quieres y dinoslo antes de que sea demasiado tarde. Por cierto, hemos encontrado restos de tus antepasados en Kakara island, Maluku Utara, tenemos pruebas...

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